Los chicos desaparecen
Capítulo 1
Macías quitó el freno a la silla y se dejó ir. Siempre hacía lo mismo: a las seis en punto de la tarde dejaba los relojes y se deslizaba por la pendiente de la plazoleta. Compartía el plano inclinado con los chicos que a esa hora, a la salida de la escuela, llenaban el lugar. Era feliz, las leyes de la inercia eran el beneficio más destacado de su parálisis.Arreglar relojes y buscar pendientes eran su mundo. Tampoco deseaba más. En la precisión de algunos mecanismos encontraba un vértigo similar al que podían ofrecerle los declives. En el fondo, todo era cuestión de tiempo.De vez en cuanto los chicos lo esperaban en el borde de la pista y se deslizaban con él. Algunos se sentaban sobre sus atrofiadas rodillas y compartían la ilusión del juego. Ellos tomaban su parálisis como un pasatiempo. El conjunto de su silla y de su persona tenían el mismo valor que un tobogán o una hamaca. Macías sentía que los chicos le devolvían esos gestos que la vida le había negado. Ellos lo entendían y lo cuidaban como a una mascota. Toda la extensión ortopédica de su cuerpo desaparecía con una sonrisa, un cucurucho de maíz inflado o con los papelitos de caramelos que le arrojaban.
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