Una excursión a los indios argentos
Hace meses que se instaló en la aldea. Llegó, convulsionó a los medios, y desde su casona en Palermo impactó a todos con su aura de perfil bajo en el terzo mondo. “Apocalypse now”, “El padrino” y otros tantos films con alto costo de producción lo rodearon del halo necesario. El perfil crítico es redituable, da imagen. Lo cierto es que Francis Ford Coppola aterrizó en estos andurriales y, casi sin quererlo, de un día para otro, se vio repartiendo espejitos entre la tribu actoral de los argentos, espécimen boluda diría Copi. Ni siquiera tuvo que ofrecerlos: se los pidieron. Así fue como en este cuentito netamente nacional los aborígenes de la escena se entregaron arrobados, seducidos. En lo que va de un abrir y cerrar de piernas sucumbieron estrellitas progre y transgresoras; divas amatambradas y butirosas del país vacuno; actores de segunda alimentados a bolos de purina únicamente. Él, Francis Ford Coppola, cobijó a todos bajo su estola de Papá Grande. O sea: productor, realizador, guionista, vitivinicultor en el Napa Valley y dueño de una cadena de pastas orgánicas y de un trust hotelero en Guatemala y Belice, eso sin contar sus restaurantes estratégicos. O su modesto castillo. Hombre de la izquierda liberal el hombre. La corte tilinga se rindió a su encanto capitalista, cuasi antropológico. El coro entonó sumisión y pleitesías a poco de llegar: “Es un grande, un maestro, un genio”. Así repitieron los aspirantes al Hollywood grasa. La parábola del gordo Coppola no es fábula. Es tan vieja y obvia como el sol. Colón hizo otro tanto en el Billiken: les mostró a los indiecitos sus vituallas y éstos sucumbieron bajo su encanto. Con una diferencia: no había Historia desde acá. Se estaba haciendo. La Europa occidental crecía incorporando los territorios de ultramar y los aborígenes virginales se entregaban, a veces no tan idiota y mansamente, a los regidores y adelantados colonialistas. Pero una cosa es la inocencia y otra muy otra la tilinguería. Los espejitos que debió exhibir Coppola a la comparsa actoral vernácula tienen un costo ínfimo: figurar en los créditos de una película suya es todo lo que piden. A cambio, nada. Mendicantes, la dignidad profesional es como los lienzos. “Se trata nada menos que de Coppola, cinco veces el Oscar”, repiten extasiados. Por suerte los gremios le pusieron un freno al hollywoodense del año sabático en las Indias orientales. Que pague como corresponde, lo emplazaron. Y si quiere filmar gratis en el país más barato del mundo (para los extranjeros), que su productora confeccione los correspondientes contratos. Que se ponga, como decía el genial Gila. Caso contrario, que se vaya. Que deje pataleando a las estrellitas de cabotaje transgresor con sus sueños de créditos internacionales y que vuelva a su mansión próxima a Rodeo Drive. Ellas, políticamente correctas, no son nada. O sí: bajo costo, muy bajo costo. Regaladas en un país de regalo. Quede claro que el chancho no tiene la culpa.
2 Comments:
Nada nuevo en èl Gabriel. Hace unos cuàntos años hizo lo mismo en Filipinas para filmar Apocalipse Now. Extras baratos, selva que se podìa quemar sin culpa(como en vitnam), de yapa Greenpeace no decìa ni mu.Pero tuvo sus contratiempos: huracanes y hasta una unos guerrilleros maoìstas le levantaron el set de filmaciòn.
Y por acà tambièn tuvo sus contratiempos, no sòlo sindicales. Hace unos meses le "expropiaron" hasta un guiòn, para bronca de los tilingos y bataclanas.Somos bàrbaros, no hay duda, nos viene a dar una mano y le afanamos el guante...
abrazo.
Juan Tomás
Juan, tenés razón. Nada nuevo, sólo que tu aporte me agrega datos que no conocía. Gracias. Y es cierto, somos bárbaros, ja. Pero antes que los guantes estaba el poncho que no aparecía, ¿te acordás? El abrazo y gracias por los datos filipinos.
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