Invasión USA
Alguna vez lo hicimos. Fue en la época de la colonia, cuando los Estados Unidos apenas se estaba consolidando como nación libre y sus fronteras no estaban del todo delimitadas. Luego las extenderían hacia abajo; años después –ya se sabe-, hacia todos lados. En ese entonces, sin embargo, el país del Norte atravesaba una profunda crisis social y política, con divisiones y luchas intestinas por el poder, y nadie o casi se percató de la magistral jugada histórica de los argentinos. Lo hicimos. No hay antecedentes pero lo hicimos: invadimos USA.
La ejecución estuvo a cargo de ese marino brillante y desconocido, ninguneado por el Billiken pero acaso más heroico e ingobernable que el mismísimo Guillermo Brown: Hipólito Bouchard. Las páginas de la historia pocas veces se han ocupado de él. O sí, pero lo han hecho desde un costado vergonzante, pudoroso. Lo cierto que Hipólito Bouchard, corsario con patente de corso, como corresponde etimológicamente (un cuasi pirata, digamos, que amarizó aquí por 1909), después de dar la vuelta a todos los mares del mundo desembarcó frente a Monterrey, en tierras de la Baja California, y bombardeó y sometió a españoles y norteamericanos con sólo dos fragatas, casi goletas: “La Argentina” y “La Chacabuco”. Dicen que fue una locura, que el patriota estaba chapita. Todo lo contrario: nuestro prócer nacido francés plantó bandera argentina y proclamó ese territorio como propio. Las pésimas lenguas afirman que saqueó, arrasó, produjo alguna matanza y algo más. Nada que ver. Fue en 1817, casi 1818, cuando la Fedex soportó y defeccionó ante la única invasión foránea a su territorio.
Pocos libros se ocupan de la patriada de Bouchard –tenido por demente y mal entretenido en la historia oficial-, apenas unas pocas novelas (bastante flojas, a decir verdad) y una crónica bellísima de Osvaldo Soriano. Casi nada. Sin embargo, HB fue un héroe. Trastocado, irreverente y de espíritu salvaje, hoy la ignorancia posmoderna hablaría sin duda de la bipolaridad de Bouchard. No importa. Lo cierto que en una tarde la Argentina invadió EE.UU. y allí, con algo de exitismo, flameó la gloriosa celeste y blanca. Porque pese a los defaults sigue siendo gloriosa, ¿no?
Leyendo los redundantes pormenores de la crisis norteamericana -salvar el salvataje para salvación universal-, recordé al maravilloso e ignorado Bouchard en su descomunal gesta. Pregunta de cajón que me vino al post: ¿y no se podría repetir la hazaña? ¿Es tan disparatada la empresa? Analizando: están tecleando, tienen más temores que certezas y por todos lados hacen agua. Momento óptimo. No es operación sencilla, pero sí factible. Aunque ya no hay goletas, queda un recurso: cambiarlas por containers. O valijas. En la avanzada, Delía y De Angelis. Moyano de contramaestre. Un poco más atrás, Moreno. Cobos de grumete y en la sentina, corazón del barco, Macri para que no se note. ¿Subirá Scioli? Puestos hay de sobra. Para que la gesta no pase desapercibida, Gelblung de cronista. Grondona en lo alto del carajo y Asís unos peldaños más abajo. Antonini Wilson lleva las valijas. Antes de zarpar, consultar a Lilita. La patria se los demande.
2 Comments:
Encontrè por casulidad su blog, no sabìa que aun estaba vivo. Tengo la ligera tendencia de creer que cada autor que leo por menos de cinco pesos esta muerto. Esto lo digo por que encontré un ejemplar de su novela, esa llamada Hacer el Odio, en un puesto de todo por dos pesos. La leì hace unos tres meses, me ha encantado. Tambièn encontrè la primera ediciòn de un libro de poemas, creo que el ùnico, de Luis Alberto Murray. Lo regalè hace unos dias, y me quise cortar la huevos cuando decubrì que en internet se lo vendìa por màs de 70 mangos. Era una joyita.
Danilo, sigo en pié. Por dos mangos pero sigo. A mi a veces me pasa lo mismo: veo gente en esos puestos que son una joyita, pero no puedo guardarla. Gracias por la entrada y por la inversión. No creo que HEO llegue a los 70, no al menos por ahora que no pienso morirme. El abrazo y la amistad.
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