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20 enero, 2009

Genitivo

La percepción que los estadounidenses tiene de sí mismos es tan envidiable como sugestiva. En El diario de Adán y Eva, Mark Twain refiere los primeros descubrimientos en ese paraíso llamado Tierra con una voz tan elocuente como patrimonial. “He visto las cataratas –dice Adán en su diario-. Pienso que son la cosa más bonita de la propiedad. La nueva creatura las llama las Cataratas del Niágara. Pero no sé por qué”. La mirada poco ortodoxa del jardín del Edén Twain la supera con una frugal ironía: “Y hay un cartel cercano (a las cataratas) que dice: “Se ruega no pisar el césped”. Pero enseguida, su diario íntimo (¿podría no serlo?) recupera terreno y leemos: “Dice (Eva, casi al oído, cosa que nadie la escuche) que el parque se convertiría en una bonita localidad de vacaciones, si hubiera que pagar una entrada…” También el decoro es fuente amorosa de apropiación. En su diario puede leerse: “Creo que lo amo porque es mío”. Y agrega: “Creo que no hay otras razones”. Lo ama por eso y también porque Adán “es macho”, pero el sentido posesivo va creando el lenguaje para nombrar las cosas en este atractivo y desparejo relato. “Tener una cultura” es otra de las razones que prevalecen en el racional espíritu de Eva: “El secreto del agua ha sido un tesoro hasta que no lo he poseído; luego ha desaparecido el entusiasmo”. Cuando las castañas dejan de ser manzanas y las manzanas pasan a revelar el paraíso perdido, ella, la creatura, dice: “He perdido el Jardín, pero lo he encontrado a él, y me basta”. Hasta un brontosaurio es patrimonialmente domesticable. Y su sed por saber –poseer-, no tiene límites. Del fuego: “algún día será muy útil”, anota. En su relación con Adán es más lingüísticamente precisa aún: “Si este reptil es un hombre, no es ése, ¿verdad? Sería incorrecto gramaticalmente. Pienso que se dice él. Sí, debe ser así. En ese caso la declinación sería: nominativo, él; dativo, para él; genitivo, de él. Bien, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que resulte que es otra cosa. Sería más práctico…”
Es extraño.
Recordé este olvidado y discreto relato de Twain después de escuchar el discurso de Obama. Las asociaciones libres nunca me han dejado muy libre, en verdad. La cuestión es que él repitió muchas veces la palabra “esperanza”. Muy bien. Estaba refundando una nación. Nada raro después de todo. Una de las cosas que obsedían a Adán en el paraíso del Niágara era arrojarse por las cataratas adentro de un barril. Siempre salía ileso, jamás abandonaba el genitivo.