Desmemoria de la esperanza
En 1906, el entonces jefe de Antropología del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el alemán Robert Lehmann-Nitsche, viajaba al ingenio azucarero “La esperanza”, en Jujuy, encabezando una expedición “científica” a fin de estudiar las características somáticas y antropométricas de los numerosos grupos de indígenas chaqueños que trabajaban en la zafra. Claro que trabajar es un verbo generoso en la expresión: los grupos de chiriguanos, chorotes, matacos, tobas y otros debían soportar por aquellos años, además de la explotación a la que estaban sometidos, todo tipo de vejámenes e iniquidades. La tarea “científica” de Lehmann-Nitsche estuvo reforzada en ese entonces por las imágenes que obtuvo el fotógrafo alemán Carlos Bruch, llegado a estas tierras por invitación del Perito Moreno, lo mismo que el antropólogo. Cien años después, los negativos en vidrio de las más de 100 fotografías obtenidas por Bruch en su cacería científica permanecían en los sótanos del Museo de nuestra ciudad, olvidados, presos de la humedad y, por cierto, de la indiferencia. El rescate de ese valioso material llevó tiempo y cuidados especiales. Muy pacientemente, Xavier Kriscautzky -investigador del Conicet y fotógrafo científico con vasta experiencia en el campo documental y testimonial-, se ocupó de esa tarea. Y la concretó luego de varios meses. Pero también fue un poco más allá -o más acá del rescate documental-, y en el 2006 volvió sobre los pasos del antropólogo alemán y su fotógrafo a fin de visitar el ingenio “La esperanza” –ingenioso nombre para la ironía histórica- con el objeto de documentar fotográficamente a los obreros actuales, en gran parte descendientes de los pueblos originarios que habían “posado” en 1906.
Síntesis de ese trabajo es este libro excepcional, “Desmemoria de la esperanza”, editado por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. ¿Muchas diferencias al cabo de un siglo después? Por lo pronto, habría que señalar que la mirada en abismo histórico con el hoy sigue siendo tan dolorosa y despiadada como la de antaño. “La gran diferencia entre las imágenes del pasado y las del presente es la posición que asumen los protagonistas de las fotos. Fotógrafo y fotografiado. A principio del siglo pasado, los hombres y mujeres eran obligados a posar frente a la cámara; en las del presente son cómplices”, señala el autor. Los testimonios obtenidos por Kriscautzky en el 2006, son orales también: “Para nosotros el futuro está atrás, todo lo que nos va a pasar esta signado por lo ya vivido. Entendemos el presente como el resultado y no especulamos con el mañana, por eso es tan importante encontrarnos con nuestro pasado, no contado por los que cuentan la historia desde la visión de la cultura que somete, ni por las descripciones de los antropólogos que nos llaman con nombres despectivos, ni por los historiadores que reivindican los prohombres que nos diezmaban. La historia la queremos contar desde la visión de nuestros abuelos…”, dice un cacique de la comunidad Aba Guaraní.
En la versión opuesta por la identificación en espejo de cien años después, hay una raíz común: luego de salvar más de 300 negativos de los hongos y del avanzado proceso de oxidación, Kriscautzky expuso las fotos del Museo de La Plata en el mismo ingenio jujeño donde un siglo atrás sólo podían entrar sus dueños ingleses y otros pocos invitados. La respuesta fue inmediata: “Los visitantes encontraban que las fotos allí expuestas se parecían a sus abuelos, a sus hijos, a sus parientes y a ellos mismos”, señala Kriscautzky. En el corazón de las tinieblas, el autor de esta sobrecogedora y magnífica recuperación se pregunta: “¿Cómo pudieron fotografiar, describir, observar esta gente sin ver seres humanos frente a ellos, sin sentir el sufrimiento, la humillación, la injusticia que se cometía? ¿Cómo durante un siglo estas fotos fueron consultadas por hombres y mujeres de la ciencia sin que pudieran reconocer que lo importante no es saber a qué grupo étnico pertenecían sino cuánto nos parecemos?”.
La respuesta podría estar en las anotaciones de Lehmann-Nitsche que acompañan algunas fotos del libro ahora editado: “Esta gente representa sin duda un elemento importante en la explotación de la riqueza del país y en la época en que se necesitan brazos constituyen un cuerpo de obreros sumamente barato y sin pretensiones”. Con todo, los testimonios en imágenes son bastante más contundentes que cualquier palabra. Expresan lo inexpresable. Detrás del dolor, en el reflejo de esos rostros cargados de impotencia y humillación ante la exposición, hay una profundidad de campo que no es técnica sino ideológica. La lente puede cambiar, la gente es casi la misma.
2 Comments:
Rescate del rescate y soberbio post mijo.
Rolodeacballo
Rolo, tanto tiempo! Se agradece, pero conteste los mails, no sea chúcaro.
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