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HACER EL ODIO

26 febrero, 2007

INDEC

Es un libro que está de remate (DeRemate.com), casi o del todo olvidado y, por supuesto, sepultado por el título de ese best-seller mundial que produjo Adolf Hitler, quien antes de dedicarse al género catástrofe con Mi lucha pintaba naif (una irrelevancia sobre el poder de la crítica: los críticos alemanes desconsideraron al Hitler artista plástico, si lo hubieran alentado en su primera vocación, siempre me pregunto, ¿qué?). El Mi lucha al que me refiero es del polaco Slawomir Mrozek (1930), editado por el Centro Editor de América Latina hace ya varios años, un prodigio de fábula sin ínfulas aleccionadoras pero, desgraciadamente, hoy casi inhallable. Dos relatos de ese bello y perdido libro. El primero, "El elefante", parábola sobre la estupidez política y burocrática; el segundo, el del meteorólogo que es enviado a la estación de meteorología situada en una remota región del país para que envíe sus informes sobre el clima a la capital. Luego de sesudos y periódicos informes científicos, el meteorólogo recibe de las autoridades centrales una advertencia: desde la capital le piden que no sea tan derrotista. En suma, que no hable ni alerte sobre tormentas, granizos y tempestades porque eso es negativo e induce a bajar el ánimo en el resto de la población. El buen hombre verifica sus aparatos, controla anemómetros así como el resto de los instrumentales, y continúa con sus informes precisos: tiempo desmejorando, lluvias y probables inundaciones. Desde el poder central, la advertencia primera se transforma en orden y amenaza: o hay buen tiempo o lo castigan. Como riguroso y objetivo que es, siente que no debe traicionar su formación científica, pero así también y con la misma intensidad, siente que no debe arriesgarse a que le corten la cabeza. Está en una disyuntiva. Duda. Hasta que se ilumina y encuentra la salida: el lenguaje. Gracias al lenguaje de la retórica elusiva logra componer bellísimos informes diarios sobre el estado del tiempo sin por ello arriesgar su trabajo ni su cabeza. Son de este tenor: "dos nubecillas pícaras rondan el firmamento pero esto no es óbice para oscurecer la actividad del astro Febo que se las compondrá para asomar sobre los campos y..."
Mrozek produjo obras dramáticas reconocidas mundialmente, pero el del meteorólogo es uno de sus relatos más potentes y demoledores. En "El elefante" la ironía juega con un animal de plástico que dos empleados del zoológico deben inflar hasta la madrugada. Las autoridades exigen que haya un elefante y Mrozek prueba que cuando la realidad falla, nada mejor que la ilusión. Aunque el mamífero, al final del relato, salga volando.

12 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La demagogia, Don Bañez, es miel para los oídos del pueblo. Quién no quiere probar del panal?

3:24 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

La miel me empalaga, me da asco.

3:34 p. m.  
Blogger Ninoska Mermoud said...

Un profesor de una universidad gringa me decía hace poco:

"Cuando, dónde y cómo los escritores latinoamericanos han abandonado el camino de la sátira, la ironía y el humor para volverse demasiado solemnes, eso que los gringos llaman: "preaching bitches".
No es tan difícil reconocer que lo mejor de la literatura en castellano proviene de esa vena satírica, al estilo cervantino".

Y le dije:
Es más fácil hacer drama y tragedia que satirizar. La ironía y el humor efectivos requieren genialidad. En la sátira, el escritor puede caer fácilmente en el ridículo, o en la simple parodia. Muchos tratan pero se quedan en el camino. Otros prefieren un realismo que sublime la realidad o la mitifique (como el realismo mágico), para evadir la crítica social y huir de la genuina literatura de compromiso: que alcanza mayor validez y efectividad en el uso de la comedia y la sátira.

Me dijo: Su respuesta es discutible, Ninoska, pero no deja de tener algunos puntos fuertes.

6:01 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Creo que la dificultad estriba no tanto en el género satírico como en la perspectiva de quien lo asume. Para que la sátira sea profunda (dramáticamente) efectiva debe comprometer esa mirada también. Quiero decir que el primer personaje objeto de sátira debería ser el propio narrador. Ontológicamente, genuinamente, la perspectiva de tal modo deja de ser una razón técnica para convertirse en una cuestión de consciencia. Pathos y ethos ¿Dónde me ubico con respecto a lo narrado? ¿Cómo me ubico? Burlador y burlado (lo refiero así para anclar un poco más atrás de esa vena cervantina, vayamos a los anónimos)representan de tal modo un mismo movimiento. Claro, es difícil asumir esa doble condición. Duele burlarse de uno mismo, pero al mismo tiempo es inmensamente liberador no tomarse tan en serio. Lo que me aterra, como bien decías en tu post, es la solemnidad. En fin, querida Ninoska, lo trágico es que nada es trágico. Pero no todas las cosas son relativas, como bien sabés. El afecto invariable.

7:09 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Luego, Ninoska, siempre me digo que el humor es el recurso de la desesperación. Como buen desesperado que uno es, ¿cómo no asumirlo?

7:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La demagogia es un plato que entra por los oídos y se sirve por el recto.

Danilo

7:02 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Danilo, no creo que sea un plato. Una dieta, en todo caso.

9:46 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Bañez: una dieta que tambien la sirve la democracia

10:30 p. m.  
Blogger Clarice Baricco said...

Lo buscaré.
Gracias como siempre.

Graciela

10:51 p. m.  
Blogger Andrea González-Villablanca said...

Indudablemente dentro del Universo Literario, la experiencia argumenta que cuando la realidad falla, no existe nada mejor que la ilusión...

Buen Post!!!

Te dejo un abrazo en mi regreso.

1:36 a. m.  
Blogger Miguel Ángel Muñoz said...

Nunca, como con Hitler, tuvieron los críticos más posibilidades de ser "realmente" influyentes en la historia. Y, mira por donde, también perdieron esa oportunidad.

Respecto de ese relato que mencionas del metereólogo, tengo que reconocerte que he sufrido una pequeña convulsión al mencionarlo tú porque el comienzo de la historia es idéntico a un relato que empecé pero no llegué nunca a concluir. Un tipo en la lejanía, mirando las nubes desde una atalaya, vigilando las tormentas,a la espera, pero sin expectativas. Qué bien descubrir que no hay nada inventado en literatura, ni la idea más descabellada: así ganamos energías para enfrentarnos a páginas que siempre, al comienzo, son blancas.
Abrazos.

1:33 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Graciela, vale la pena. Es excelente.

Andrea, gracias como siempre.

Miguel Angel: cierto todos somos deudores y tributarios. Te estoy visitando y gracias, como siempre.

1:51 p. m.  

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