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02 septiembre, 2008

Homenaje

“Febrero de 1978, abril de 1980…”, las fechas se iban sucediendo desde 1977, y Adelina Dematti de Alaye las iba consignando una a una para dar a conocer el derrotero de una escritura íntima y desgarrada que a modo de diario o de cartas le iba escribiendo a su hijo Carlos Esteban cuando lograra reencontrarse con él. Nunca pudo hacerlo, sigue desaparecido. Tampoco nunca, hasta el pasado lunes, había leído en público esas páginas amarillentas. Fue un momento extraño, colmado de silencio y de presencias. “Hoy tomamos el micro y fuimos a Buenos Aires, a la plaza de Mayo. Pero hoy nos reprimieron y nos llevaron a la seccional quinta. Más de ocho horas encerradas, nos largaron a la 1 de la mañana, pero nada quise dejarles, ni las necesidades fisiológicas, más de ocho horas sin ir al baño y sin tener ganas de hacerlo. Ni la orina les iba a dejar. No fui la única: a todas nos pasó lo mismo”.
Pausadamente -en el marco del homenaje que la Municipalidad de La Plata, la Legislatura provincial y la ciudad toda le rindió por su incansable lucha-, Adelina fue leyendo esos párrafos sueltos, retazos, de su diálogo con el hijo desaparecido. ¿Cuántas cartas le escribió? Muchas, todas en las peores condiciones. “Yo pensé que sí, que algún día él iba a leerlas, pero no…Y cuando vino al país la Comisión Internacional por los Derechos Humanos y nos dijo ‘ya no hay mucho por hacer’, yo me dije que sí, que aún quedaban cosas por hacer; la memoria, por ejemplo”.
Una Legislatura colmada de Madres, Abuelas, autoridades, funcionarios, amigos y vecinos escuchó los fragmentos de las cartas de Adelina. “Yo guardo recortes, guardo todo, tengo esa manía”. En algún momento se quebró, en algún momento el Dr. Pablo Bruera también trastabilló con alguna palabra y en la duda dejó colar la emoción. Fue bueno, merecido. El homenaje que la ciudad le rindió a la querida Adelina el lunes tuvo tanto de intenso como de entrañable. Flores para la Madre, un coro, luego el tema de Gieco y una zamba para cerrar. Enseguida un poema inclaudicable, directo, leído en voz baja, íntima, bajo un pañuelo tan propio como heredado. “Fue un milagro”, dijo Adelina cuando relató el encuentro en Luján con quien había sido el amigo de Carlos Esteban. “Estaba vivo y fue un milagro”, remarcó. A los jóvenes les dejó un mensaje breve, contundente: “responsabilidad y derechos”.
“La marca de la infamia” es un título. La marca de la infamia, sin embargo, es algo más. Es la tarea que esta brava docente de Chivilcoy se tomó en una investigación que está próxima a editarse en el sello La Comuna sobre las tumbas NN en el Cementerio de La Plata durante los años del proceso. Quedan cosas por hacer, Adelina las sigue haciendo.

3 Comments:

Blogger Francisco Ortiz said...

Sin duda. Quedan cosas por hacer. Como en nuestro país, en el que tras cuarenta años de fascismo y de silencio aún la derecha se resiste a abrir fosas y a dejar que los familiares entierren donde quieran a sus parientes asesinados por el régimen. Quedan muchas cosas por hacer y vencer. Ánimo a todos los que aún siguen luchando.

2:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gabriel, quiero leer el libro de Los Chicos Desaparecen. Tengo un familiar que trabajó en la filmación de la pelicula. Como puedo comunicarme con vos o Conseguir el libro?.

Mi correo. polol@ciop.unlp.edu.ar

Gracias

11:54 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Francisco, sin duda. Torcer falanges no debe ser tarea fácil. Un abrazo, gracias amigo.

Anónimo, te escribo. Gracias.

9:37 a. m.  

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