10 marzo, 2009
La ley de la tristeza es como la ley de la gravedad: sólo la rompen los picaflores. Ayer volvió el que venía cada tarde, puntual, a las seis. Semanas que no andaba por aquí. Pero hizo algo extraño esta vez: se detuvo, me dio dos vueltas alrededor, y a un metro de distancia, en el paréntesis del aire, se quedó mirándome fijo, a los ojos. Varios segundos estuvo así. Nos observamos como dos viejas siluetas conocidas. Luego se alejó. Y nada, pasa que a veces deliro. O le hablo. O creo escuchar sonidos en el dormitorio, en la cocina. La ley de gravedad deja en suspenso a los picaflores. Si se lo explico al Maestro Mayor de Obra, me mata. Y con razón, por pelotudo. Él lo único que pide es piedra y cemento; piedra, cemento y cal.
5 Comments:
Mmm... en qué andarás, Gabrielito, con todos estos posteos extraños, que hacen aparecer el iceberg de una historia pero no toda, el extremo pero no el marco, un rincón y no la pieza... Qué estarás tramando...
Al contrario, Hernán, nada tramo. En rigor, y si hablamos de tramas, es todo lo contrario...Pasa que a veces a uno lo empujan por la espalda a participar, y bué, actor de segunda al fin y al cabo, dice su "bolo". Abrazo y amistad.
Ah, lo tuyo creo que sale este domingo. Fijate.
Perfecto. Lo leeré. Menos mal que sé que es un artículo, porque si no... suena a promesa política. Viste cómo son esos gags tan de ellos. "Lo tuyo ya sale". Uf, que feíto... Más saludos, camarada.
Estamos trabajando en eso, dicen. Abrazo, camarada.
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