Cuando el cielo baja a la tierra
"Esta historia comienza con una mujer. Esa mujer es ama de casa y vive en un barrio en las afueras de la capital de la provincia de Salta. Es una mujer casi como cualquier otra. Tiene tres hijos y está casada desde 1970 con su marido que es contador. Un día de 1990 mientras está rezando el rosario en la intimidad de su cuarto escucha una voz". Así arranca la crónica que Juan Terranova ha hecho desde la intimidad de ese fenómeno de fe religiosa llamado "La Virgen del Cerrito", con peregrinaciones permanentes -pero en especial cada sábado- a Tres Cerritos, la localidad salteña en donde María Livia (esa mujer), a través de la Oración de Intercesión, transmite los mensajes de la Virgen a los peregrinos. Juan Terranova (1975) es escritor, con tres novelas anteriores y un libro de ensayos, pero lo más fascinante de esta crónica (Sudamericana)que se inicia desde el mismo momento en que parten los peregrinos desde el Planetario de Buenos Aires a Salta, es la mirada agudísima del cronista, con notas que nos dejan ver gestos, palabras, silencios y hasta los detalles más nimios de ese viaje de 1600 km. ("¿Y qué es un cerro?", se pregunta: etimología y descripción). Nada parece quedar fuera del campo de registro del novelista, y en este sentido el libro, sin proponérselo acaso, se impone como un impecable relevamiento antropológico en torno a un fenómeno masivo de fe religiosa. Folletos, comidas, volantes, la historiografía de sitios y lugares se refunden cronológicamente durante la marcha al santuario en tanto Terranova va dando espacio a las voces de los creyentes, a veces a través de observaciones agudas, casi siempre directas, concisas. Terranova es un escritor de voces, surgido de la mejor tradición oral (Puig, podríamos arriesgar), y en esta Virgen del Cerro se advierte tanto el dominio de la técnica como de la perspectiva asumida: su presencia pasa inadvertida, feliz y sabiamente inadvertida. Un dato: su respeto ante el fenómeno masivo de fe. Siendo novelista, surge la tentación. El yo intensificado, el trazo irónico. Pero no, ni un guiño. Lejos (aunque reconocible) de su novelística de caníbales, tangueros y pornógrafos, La Virgen del Cerro es un libro de fe en la fe, donde los protagonistas -miles cada sábado de ascensión- se aunan en una visión homogénea de conjunto: ellos, ella (María Livia), ella (la Virgen), el santuario y la ermita, las oraciones, los asistentes de María Livia, el polvo y el calor, los grupos de oración y sus comentarios, la devoción y también la postura oficial de la Iglesia. El tratamiento de lo sobrenatural está expuesto a partir de testimonios indirectos y despojados: milagros, curaciones, apariciones, exorcismos, visiones en el cielo, concurren en un mismo plano narrativo que los rigurosos apuntes teológicos o que la historia de María Livia, dedicada en capítulo aparte, así como sus encuentros en el cine teatro Victoria de Salta. No es ni mucho menos una hagiografía montada sobre un personaje en particular o un texto de promoción eucarística. Tampoco es estrictamente un libro religioso. En todo caso se trata de un documento minucioso, relevante, sobre los pormenores que rodean al misterio de la fe. Escrito con humildad, con respeto intelectual también.
2 Comments:
A veces, hasta da un poco de vértigo el saber todos los libros que nos estamos perdiendo a ambos lados del "charco", libros que no seducirán a España desde Argentina, libros que no emigrarán a la Argentina desde España, porque las editoriales grandes no quieren, y las pequeñas no abarcan. Primera noticia de ese escritor (otro mérito de las bitácoras, el contagio).
Hacía mucho que no me pasaba por tu taller de corte y confección, camarada Gabriel.
Si es que tienes un minuto y regresas a mis alas, verás que las he dejado como nuevas (la versión Redux, que es la que tienes enlazada, ya no la actualizo apenas, porque le lavé la cara a la principal y la dejé bastante limpia, de morralla y broza, sobre todo, más cómoda para todos).
Un abrazo transatlántico.
Querido Sergi, claro que estoy dándome una vuelta por allí. Cuánta razón en lo de los ambos lados del charco y las razones editorales. Un abrazo, amigo, con tiempo estoy corrigiendo y ajustándome a tus nuevas alas. El abrazo océanico.
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