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20 junio, 2007

Inyenieri

"Dígame licenciado", se escuchaba en el Chavo del Ocho mientras Jirafales seducía con su elocuencia de Profesor a Doña Florinda quien, entre síes y noes, se arrebataba por el título de su enamorado. El dígame licenciado es una imperativa voz interior de muchos, no únicamente un sindrome telerman en capítulos televisivos, y nos llega de tan lejos como de M´hijo el dotor, de un tal Florencio Sánchez. Y mucho más lejos aún: si la fórmula alguna vez supo ser "elogio de corte, desprecio de aldea", hoy la impostación de un título universitario seduce y se impone como un "elogio de claustro, desprecio del resto". Dicen que doctor se hace y señor se nace, pero sin duda los atributos profesionales deben ser mucho más valederos, porque, ¿qué es lo que fascina a tantos y tantas para querer ser lo que no son? Además, ¿no estará un poco sobrevaluado eso de ser doctor, ingeniero, profesor, licenciado, etc? El episodio patético de Blumberg asumiendo que no es inyenieri releva de todo comentario. Los títulos, al menos a los argentinos, parece que nos obsesionan. Es una tara nacional y nuestra historia casera más reciente nos ha dado casos excepcionales: médicos que no son médicos, doctoras que no son doctoras, licenciados que no son licenciados. Se trata de un boludismo endémico severamente extendido y celebrado por más de uno. Años atrás llegué a conocer a un falso médico que a punto estuvo de dirigir un hospital público. Una eminencia, un tipo dedicado y consultado por especialistas. Cuando se ventiló su caso lo llevaron a juicio y, por supuesto, lo exoneraron de toda actividad médica. Pasó el tiempo y lo encontré en la calle. Me dijo que se dedicaba a las artes plásticas. Me dio un teléfono y al tiempo lo llamé, por curiosidad más que nada. Vivía solo, en un caserón inmenso y plagado de cuadros. Me mostró varios, a cual más espantoso. "Son muy buenos", le comenté. El tipo me miró incrédulo: "¿No me miente?", preguntó. Le dije que no. Sonrió. Antes de irme le pedí, si es que podía dármela, una receta para un medicamento que no tenía venta libre. Sacó un talonario, me hizo una prescripción aparte, puso el sello en ambas hojas y firmó muy tranquilo. "Tómelo cada ocho horas", me aconsejó.
El otro caso muy vívido de falso ingeniero lo tengo de conversaciones familiares. En la década de los 50 y 60, un tal ingeniero Baigorri recorría los campos de la provincia de Buenos Aires con una máquina que hacía llover. Le llamaban "la máquina de hacer llover" y era un engendro con antenas y luces que el tal Baigorri apuntaba al cielo para terminar con la sequía en los campos. Los chacareros hacían colectas de dinero y lo llamaban. El ingeniero afirmaba que la lluvía llegaría "dos o tres días después" de haber empleado el aparato. Tiempo suficiente para escapar. Lo más maravilloso del caso es que jamás cuestionaron su ridículo aparato de hacer lluvia, sino -y esto quedó siempre en la ambigüedad de las historias familiares- la validez de su presunto título. ¿Era o no ingeniero el tal Baigorri? Nunca se supo. Sin embargo, la duda pudo más que la efectividad del engendro. En Trenque Lauquen por donde anduvo, le perdonaban el fraude, no que los hubiera engañado con un título que acaso no poseía. Esa ilusión era más fuerte que la promesa de la misma lluvia. Dos días después de que lo echaran, llovió. Pero la estafa persistía.

15 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cuando usted habla de BOLUDISMO ENDEMICO ejerce la sociología sin título habilitante,cuando refiere incomprobables historias, lo hace sin el título de historiador y cuando escribe usted no es escribano. Será juzgado.

4:09 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Gisselle r., me rindo ante la evidencia. Tengo estudios, pero en receso. También soy matriculado. Y el corte y confección lo aprendí por método, pero sin título habilitante. ¿Haré carrera?

5:30 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

duro y parejo m´hijo, que me gusto y mucho.

4:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Acá sucede exactamente igual, Gabriel. Y lo terrible es que hay, además de los que tiam que tienen un título y no lo tienen, quienes realizan títulos falsos y los venden.
Ser licenciado, maestro o doctor, es bonito, llegar a doctor es muy dificil y duro, años de estudio y dedicación. Pero de igual forma es la honestidad de no serlo y ser cualquier otra cosa igualmente importante para cada quien.

Ese "dígame licenciado" del Chavo del ocho es toda una paradoia e ironía genial.

5:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

perdón es 'dicen' en lugar de "tiam", que no se cómo lo escribí.

5:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es cierto, parece que pueden circular falsos señores y no pasa mucho, pero ojo con desmoronarnos con un título que no existe como hizo el inyenieri.

5:30 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Rolo, usté es paisano y señor. Se agracede la gauchada, mijo.

Magda, hola. Es bueno leerte. Me gustó lo del libro en la U. de Yale, creo que voy a hacer algo con eso. Hay que desentrañar la lengua. Gracias y sí, me parece también toda una ofensa a los universitarios. Como sea, acá a esos les decimos tilingos, una tilinguería total. Un beso y abrazo en amistad.

Anónimo: qué enorme verdad la de los falsos señores. TAN CIERTO. Abrazo.

9:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

PROFESOR BAÑEZ, ME GUSTÓ MUCHO SU NOTA. ¿PARA CUANDO EL POSGRADO?

NATALIA

9:29 a. m.  
Blogger Ninoska Mermoud said...

Amigo Gabriel, hay de todo:

--Los que tienen el título y parece que la universidad pasó por ellos y no ellos por la universidad.

--A veces los charlatanes son más doctos que los entitulados.

Por otra parte, hay gente con título que exije ser llamada por el mismo, y a veces prefieren ese nombrete antes que el suyo propio.

Aquí en USA, los licenciados no tienen pasta ni nombrete, sólo los que logran doctorarse lo portan. De eso se quejaba un amigo mío, al notar que esa sonora palabrita de licenciado en Inglés es inexistente.

4:08 a. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Natalia, trato de revalidarme. Pero no me da la cabeza. Será que debo seguir en salita azul aun.

Ninoska, amiga. Gracias. Y sí, es muy bueno eso de que la universidad pasó por ellos y no ellos por la universidad. Un abrazo y la invariable amistad.

9:35 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

LOS QUE SE LA AGARRARON CON BLUMBERG SON LA IZQUIERDA IDIOTA DEL 0,8 % DE VOTOS, VOS DEBES SER DE ESA IZQUIERDA DE CAFÉ AL QUE NUNCA LE MATARON UN HIJO.

10:50 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Disculpame, Gabriel, que me meta, pero creo que el blog es un espacio apropiado.
Vos, anónimo, tampoco debés haber perdido a un hijo, porque si eso hubiera pasado tendrías la cabeza abierta como para saber que lo más pesado y facho del inyenieri no fue haber truchado un título.
Ni hay que ser de ninguna izquierda- menos de una izquierda idiota- para darte cuenta.
Safo

8:39 a. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Anónimo: soy idiota pero en porcentaje más alto al 0,8. En cuanto a la izquierda de café, te cuento: a veces me siento, pido un cortadito y lo tomo del asa con la derecha y a veces con la izquierda. Todo depende, es que a veces lo acompaño con medialunas.

Safo, muchacha, gracias. Pero anónimo es una lágrima.

4:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Fe De Ratas, Bañez: Dígame Licenciado era de los Chifladitos y el diálogo iba asi:
Chaparrón-Lucas...
Lucas-Dígame, Licenciado
Ch-Licenciado
L-¡Gracias, Muchas Gracias!
Para la función vernácula los personajes podrían ser p.e. Macri y El Judío Nazi que
llora en amarga contradicción a su querido niñito
mientras convence a las señoras pobres que para la seguridad de sus hijos, no hay como que los amasije un cana.

6:29 p. m.  
Blogger Gabriel Báñez said...

Fe de Ratas, sí. Brillante tu anónima corrección. No me contradigo si digo que la enmienda fue un chaparrón. Gracias!

6:46 p. m.  

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