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21 abril, 2009

Entrevista aparecida en "El liberal"

Diálogo a solas con Gabriel Báñez
Por Augusto Munaro / Especial para Viceversa

“El humor es mi pobre recurso ante la desesperación”

Viceversa le ofrece en la edición de hoy una entrevista exclusiva al autor de la novela “La Cisura de Rolando”, recientemente ganadora del concurso literario “Premio Internacional de Novela Letra Sur”.

El escritor y periodista Gabriel Báñez (La Plata, 1951), es quién ganó recientemente el concurso literario “Premio Internacional de Novela Letra Sur”, organizado por el Grupo Jornada de la provincia de Chubut y la editorial El Ateneo, con el libro “La Cisura de Rolando”. El jurado integrado por Martín Kohan, Claudia Piñeiro y Juan Sasturain, seleccionó su obra entre un total de 293 candidatas remitidas desde varias provincias y del exterior, otorgándole además de su correspondiente publicación, la suma de 50 mil pesos.
“La cisura de Rolando”, es un término médico para localizar la región del cerebro que separa el lóbulo frontal del parietal, y asimismo, se trata del nombre del protagonista de la novela. Dividida en dos partes, la primera aborda la singular infancia y adolescencia del personaje, que estando imposibilitado del habla, aprende taquigrafía para poder comunicarse. La segunda y última parte de la historia, retoma las vicisitudes de Rolando, ya adulto e ingeniero, tras acudir a una terapia lacaniana, cuyos desopilantes resultados convierten el libro en una sátira de incuestionable valor. Autor de una docena de novelas, Báñez es además columnista de "El Día" y está a cargo de la sección literaria del diario. Dueño de un estilo parco, su escritura se presta a una plasticidad expresiva muy particular. Por momentos sobria y por otros cínica, la novela logra representar mucho más que las funambulescas peripecias de un afásico. Hay en Báñez ecos de Swift, de Arturo Cancela; de Bernardo Jobson. Un humor corrosivo que hace su escritura profundamente humana, porque pone al desnudo sus defectos sin fines estrictamente didácticos. El libro ofrece, a su vez, el panorama de toda una sociedad y una época histórica; la Argentina actual, para legarnos por sobre todo, un sutil homenaje al lenguaje.
- ¿Qué lo llevó a escribir “La cisura de Rolando” en primera persona y con un protagonista que pierde el habla?
- La primera persona de Rolando es la tara. Tengamos en cuenta que una perspectiva, narrativamente, no es una cuestión técnica si no de conciencia: dónde me ubico con relación a lo que voy a contar, cuánto de mí está involucrado, qué distante estoy o cómo me afecta, etc.
- ¿El silencio de Rolando, el trastorno del lenguaje que padece, es simbólico en más de un sentido?
- Todo es simbólico, el lenguaje en sí mismo es grafía y símbolo designativo. El lenguaje trópico o traslaticio también va adquiriendo nuevas designaciones referenciales. Palabras vulgares que designan cosas y luego mutan: bala, pensemos. Pero si alguien dice “ese tipo es bala o balín”, bueno, la cosa cambia. Ahora bien: en Rolando el presunto trastorno adquiere connotación negativa en quienes lo rodean. El personaje, al revés, lo supera a partir de otros lenguajes.
-Llama la atención la solvencia con que aborda conceptos de electricidad, taquigrafía y neurología. ¿Hizo algún trabajo de investigación para ello?
- No, ni idea. Palabra: no tengo la menor idea de qué es un electrón o una celda electromagnética. Ese nulo saber lo aplico a la idiosincrasia femenina porque nadie tampoco sabe qué es una mujer. Y cuando lo sabemos, ya es tarde. Los hombres siempre estamos tarde de todas las cosas.
- En su particular humor, rasgo característico de su escritura, ¿cuál es exactamente la cuota de cinismo?
- La cuota de cinismo, me han dicho, me torna insoportable. Yo, sin embargo, logro prorratearla y llevarla en cómodas cuotas diarias, mensuales a veces. Depende. Eso la hace soportable. Sin embargo, es parte de mi vulnerabilidad, del tipo enormemente precario que soy. El humor es mi pobre recurso ante la desesperación.
- ¿Báñez, es Rolando un resentido, un paranoico; es posible describir su personalidad?
- Rolando es un personaje fatalmente ingenuo, las notas de resentimiento que se le pueden advertir son patadas a ciertos lugares comunes: modelos o actrices que adoptan niños en Nairobi. La burla, el Rolando de la segunda parte, la traslado a nuestra frontera con Bolivia. Me asquea la gente que se conmueve de a ratos ante la miseria. Como la paranoia: Rolando es “de a ratos paranoico”. En esencia, no obstante, yo diría que es un ingenuo.
- En un pasaje de la novela, el protagonista dice “uno jamás escribe lo que quiere decir ni dice lo que verdaderamente siente”. ¿Comparte usted esa afirmación?
- Sí, la comparto de a ratos. No siempre uno dice lo que dice ni tampoco lo que siente. Cree estar diciéndolo. Ese convencimiento o noción es la mayor trampa del lenguaje. Somos víctimas del lenguaje, él nos construye así como nos retiene. Nos moldea y nos hace creyentes. La mejor trampa del lenguaje es idéntica a la del diablo. Pero convivimos con él, y más: madre es lenguaje, padre es escritura.
- En una oportunidad usted dijo que con la redacción de “La cisura de Rolando”, aprendió discretamente a dudar de su yo referencial. ¿Por qué?
- Discretamente he aprendido a dudar del yo referencial porque no hay nada más mentiroso que el yo. Las ficciones acaso más puras en el estricto sentido lato del término son las autobiografías. Uno dice o escribe yo y ya deja la marca iniciática de la mentira, del lenguaje. La escritura, la máscara.
- ¿Haber ganado este premio, condicionaría de alguna forma, su modo de escribir futuras obras?, ¿por qué?
- No, no creo: siempre escribo dándole vueltas y vueltas a la disfuncionalidad. No creo que el premio me torne funcional, para nada. Luego, uno escribe lo que puede. Envidio a quienes pueden escribir sobre cualquier cosa. Esos son escritores verdaderos. Yo soy apenas un apuntador del disociado que me dicta, Gabriel Báñez, pongamos. Aunque los nombres terminan agotando a sus portadores.
- Cuando usted escribió el libro, ¿cuáles fueron las prioridades que consideró indispensables conservar y explorar?
- Las fallas de la escritura, ciertas fisuras que intuía y dejé intactas durante el proceso de corrección. Conversando con José Donoso, me decía: “Hay fallas geológicas que aparecen en la escritura y esas son verdaderas, hay que dejarlas intactas”. Lo creo. Por esas zonas respira el texto, lo más orgánico, fallido y anárquico de la novela, en este caso. Por eso admiro tanto a un escritor menor como John Fante: él deja sus fallas a la vista, las costuras, los hilvanes. Digamos que soy un hijo bobo de Fante.
- ¿La novela lo ayudó a matizar su postura hacia la terapia lacaniana?
- La novela es un matiz. No tengo postura ante la terapia lacaniana. Me parece, sí, una admirable literatura. Pero no hay cinismo en esta afirmación, al contrario. Hay admiración. El rigor de Lacan nace de haber encontrado fisuras, fallas geológicas en el lenguaje. Para mí, funcionan. Y funcionan admirablemente porque lo hacen en vulgata, de su yerno para acá, de la literatura oral y fascinantemente epigonal para acá.
- En un reportaje usted dijo que sus novelas tenían que ver con la disfunción que yace en toda la cultura. ¿Podría explicar por qué?
- Porque la cultura es la enfermedad.

14 abril, 2009

"Los chicos desaparecen" en Nueva York

VIDEOTECA DEL SUR en New York
1989 – 2009
20 Aniversario
MILLENNIUM FILM WORKSHOP 66 East 4th Street
Entre Bowery y 2nd Ave., Bajo Manhattan
Tren F to 2nd Ave. o #6 to Blecker St.

PROGRAMA
Abril - Junio 2009
Cada martes a las 7:30 pm



Abril 7
LA CIUDAD DE LOS FOTÓGRAFOS
Dir.: Sebastián Moreno / CHILE / 2006 / 80’ Durante la dictadura de Pinochet, un grupo de chilenos fotografió las protestas y la sociedad del país en sus más variadas facetas. En la calle, al ritmo de las protestas, estos fotógrafos se formaron y crearon un lenguaje político.



Abril 14
TRIBUTO AL MAESTRO CUBANO HUMBERTO SOLÁS
UN HOMBRE DE ÉXITO
Dir.: Humberto Solás / CUBA / 1986 / 116’ Con: César Evora, Daysi Granados, Jorge Trinchet, Raquel Revuelta.Javier se enfrenta a su hermano, a su familia, a su amante con un sólo un objetivo en su vida, el éxito que está más allá de cualquier lealtad.



Abril 21
BURUNDANGA BORICUA
Dir.: Poli Marichal / PUERTO RICO / 1983 /18’ Corto experimental que cuestiona la realidad histórica y social puertorriqueña. Filmado en cine 8mm y transferido a 16mm.
EL CANDOR DE LOS NICARAGÜENSES
Dir.: Kazuko Nishikawa / NICARAGUA / 2005 / 65’ La invasión española, la intervención norteamericana e inglesa, la dictadura de los Somoza y la Revolución Sandinista muestran cómo la dolorosa y problemática historia de Nicaragua ha afectado a la niñez, la educación y la formación espiritual de sus habitantes.



Abril 28
LOS CHICOS DESAPARECEN
Dir.: Marcos Rodríguez / ARGENTINA / 2007 / Con: Norman Briski, Lorenzo Qunteros, Ricardo Ibarlin, Umbra Colombo. Macias Möll, dueño de una relojería del barrio, pasa sus días rodeado de relojes y envuelto en cálculos sobre el tiempo. Guiado por un profundo deseo, todas las tardes, a las seis en punto intenta obstinadamente bajar tiempos y se lanza por las rampas de la plaza en su silla de ruedas. Así es feliz. Rodeado de niños que lo vitorean.
Programa completo acá

13 abril, 2009

La cisura en "Le Monde Diplomatique"

En el último número de abril de "Le Monde Diplomatique" Osvaldo Gallone firma la crítica de La cisura de Rolando. La reproduzco:


Durante la primera parte de la novela, Rolando escribe porque no puede hablar (una extraña afasia lo ha dejado mudo); en la segunda parte, habla para traducir en el registro de la escritura una oralidad desopilante (las alternativas de la terapia del personaje con el licenciado Danilo Moran). Si se acepta que los libros dialogan entre sí (un intercambio inevitable que ninguna relación reconoce con la influencia deliberada o la académica intertextualidad), esta novela de Báñez mantiene un diálogo fecundo y fluido con los mejores cuentos de Isidoro Blaisten y los momentos más felices de su única novela (Voces en la noche). La cisura de Rolando demuestra cabalmente –por si alguna falta hiciera- que la novela es una operación eminentemente lingüística donde la explicación manifiesta perjudica y la insinuación suscita un efecto benéfico y multiplicador. En la primera parte, al autor no le hace falta delimitar un marco epocal; basta para ello rememorar algunas palabras propias de su infancia: “engañapichanga”, “corso”, “saraca”. La segunda parte está atravesada por las variantes de la jerga psicoanalítica y su impecable parodia. La novela de Báñez es un grotesco notable que no abreva en la jerga sino que la instrumenta para neutralizarla, que hace gala de una prosa límpida y que, fundamentalmente, construye un personaje encarnado y verosímil: Rolando. No sería justo dejar de mencionar que algunas escenas jugadas entre Rolando y su terapeuta en la segunda parte del libro resultan memorables, teniendo en cuenta que Rolando es un paciente crédulo y sumiso, y que su terapeuta se define como integrante de la corriente “lacaniano-peronista”.

11 abril, 2009

The favorite game

En diminutivo: entonces te me sentabas enfrente. Imaginabas, creías, que estabas observándome, estudiándome. Sí, es posible. Pero qué cosa: yo también hacía lo propio. Pasa que resultaste muy fácil, como la tabla del dos. No te enojes, es mi manera, un poco solapada, gato, como dicen. Si hicieras memoria, ir un poco –bastante-, más atrás: mayo del 2008, ¿te gusta? Es noche de viernes, tu marioneta de ojos saltones se puso a bisbisear al oído. Bisbisear, ¿sabés qué cosa es bisbisear y luego un cólico hepático? ¿No? Deberías haber aprendido a razonar a estas alturas. Sí, ya sé, aprendiste trotando, pero con un poco de retraso, me parece. Un poquito. Para ayudarte: ñata noche, digamos. Je je. Tiempo después, decía, te me sentabas enfrente. Error, esas cosas no se hacen con un gato. Pobre, gozabas con lo que creías una ventaja. Una pueril ventaja. No la había, nunca la hubo. Lo que son las cosas. Cómo cambian. Ahora yo estoy atrás, sentadito y sereno. Besándote también. Pero en la nuca. O para decirlo con más propiedad: jugando con las negras. Con los trebejos negros. Y ni siquiera empecé.

08 abril, 2009

Mejor decir las cosas en silencio

Texto de Juan Becerra para la presentación de La cisura en El Ateneo de La Plata

Lo único que tiene sentido es lo que no funciona, lo que falla, lo incompleto, lo que no se entiende. Es un principio bañeciano que sostiene una idea general sobre la literatura: la literatura es imperfección. Se hace con la imperfección y su horizonte –no importa dónde esté-, es lo imperfecto. La cisura de Rolando es la prueba de este principio. Pero aquí la falla es biológica. Hay una cisura en Rolando, una rotura de la perfección funcional (una abertura imperceptible que en los hechos se manifiesta como un abismo) a la que Gabriel Báñez le da u tratamiento artístico
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Pequeño diario de viaje durante la lectura de La Cisura

Texto de Miguel Russo para la presentación de La Cisura en El Ateneo de La Plata

Como si fuera otra cisura de Gabriel, podría arrancar diciendo “escribo porque no puedo hablar”. Pero sería absolutamente deshonesto. Debería decir, escribir, quiero empezar una novela con esa frase y este tipo me ganó de mano. A partir de este momento, del momento de la lectura, sólo me queda remedar la frase, adoptar poses académicas y hablar de palimpsestos o dejar de escribir. Mientras me decido por alguno de los tres caminos, sigo la lectura.
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04 abril, 2009

Los chicos desaparecen en Mardel

OBRAS SELECCIONADAS PARA INTEGRAR LA SECCIÓN
“DANZA CON LOS SUEÑOS”, MEDIOS Y LARGOMETRAJES NACIONALES.
MARFICI 2009

“Básicamente un pozo”, Grupo Humus.
“De cerca nadie es normal”, de Marcelo Mosenson
“Los chicos desaparecen”, de Marcos Rodríguez.
“Belville (depósito de sujetos perdidos)”, de Magdalena Pardo.
“El bosque”, de Pablo Siciliano y Eugenio Laserre.
“La América aislada”, de Gwenn Joyaux
“Fraternalmente”, de Javier Gorleri.
“Como dos extraños”, de Fabián Bianco
“Celo”, de Fabián Forte.
“La trayectoria del silencio”, de Mercedes Falkemberg y Jorge Zanzio.
“Villa”, de Ezio Massa.
“Tus ojos cuando llueven”, de Diego Rodríguez Caligaris
“El sueño del perro”, de Paulo Pécora.


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