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EL CURANDERO

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HECER EL ODIO

GONDOLAS

HECHO A MANO

EL CIRCO NUNCA MUERE

EL CAPITAN TRES GUERRAS FUE A LA GUERRA

HACER EL ODIO

24 abril, 2008

La casa de los conejos

Laura Alcoba acaba de editar en Edhasa La casa de los conejos, novela que narra con límpida destreza los años de horror vividos por una niña platense en la clandestinidad de una casa donde se editaba un periódico de la resistencia de "Montoneros". Hoy esa casa es patrimonio y memoria de los tiempos de la iniquidad. El bello y doloroso relato ha estado tutelado en español por la entrañable voz de Leopoldo Brizuela, traductor y narrador de inigualable estilo. Leer comentario acá.

21 abril, 2008

El nazismo de pequeño formato

La bella "Chica rumiante" rescató en Fauna Abisal este texto de sus anaqueles y recordó sus 16 con un post sobre Hacer el odio, libro que ahora recupera a su mejor lectora. Gracias, Analía. Leer texto y vínculo final acá.

18 abril, 2008

Humo

Sólo es una cortina oficial.

No hay que ser prejuicioso

Días atrás, gracias al meteorito que aseguran cayó en Entre Ríos, recordé que no debe haber actividad más relajante que la de perseguir extraterrestres. Tengo un conocido que cada 20 días o una vez al mes deja casa y mujer y sale a cazar alienígenas. "Entidades Desconocidas", les dice él. Anduvo por La Pampa fotografiando vacas mutiladas, por Córdoba, la Patagonia y Salta. Hasta fundó una asociación de él solo dedicada a la investigación Ovni. Le puso Research Ufo y algo más para estar a la moda. También la mujer está convencida de su vocación: "Mario no está, fue a Mendoza a levantar información", dice lo más campante, como si el tipo fuera agente inmobiliario, inversor en bienes raíces o agrónomo de campos marginales. Increíble. A la vuelta, él sale siempre con el mismo verso: "Pruebas concretas no traje, pero recabé algunos datos". Nunca nadie pudo saber qué hace con esos datos. Una vez me mostró una foto borrosa de un puntito en el cielo con lo que podía ser tanto un 747, Venus a la salida del sol o el reflejo de su anillo de casado en la lente de la Nikkon. Lo más tranquilizador del caso es que todo el mundo es consciente -él primero que nadie- de que jamás va a tener una miserable prueba de un miserable ET. Pero persiste. Y el asunto funciona a las mil maravillas para el matrimonio: cada 20 o 30 días marido y mujer se dan una tregua. Mientras Marito se ausenta para otear el cielo, ella debe hacer lo propio con algún cielorraso espejado de hotel. Las "Entidades Desconocidas" funcionan por partida doble. Seguro. Pero son felices, o al menos eso aparentan. Esta buena pareja ha encontrado la manera más cósmica de engañarse. Gracias a los extraterrestres sobrellevan una cornudez sensata, sin sobresaltos y manejada con agenda nocturna. Llevaban, mejor dicho, porque en cierta ocasión, más por comedido que por otra cosa, le sugerí a Marito blanquear la parodia, abrir el juego de infidelidades mutuas o bien, por qué no, hacerse swingers: podrían no sólo intercambiar parejas -eso sería lo más irrelevante-, sino evitar la fantochada de los relevamientos de datos, las fotos trucadas y hasta el argumento infantil de los avistamientos nocturnos. Creo que hasta dije que económicamente les convenía, por lo de las escapadas. No me olvido. Se puso pálido. Me llevó a un escritorio y de un fichero sacó cientos de hojas con desgrabaciones de testigos, fotos, planos y frasquitos sellados con lo que parecía óxido y polvo amarillento para analizar. Estaba mortificado. Desplegó revistas y recortes de casos célebres, desde Roswell en Nuevo México hasta los pictogramas en los campos ingleses. Me sentí una basura. Intenté arreglar el desastre pero fue peor. "Era un chiste", alcancé a decir. Él se quedó pensativo, abrumado. Luego comenté algo tan estúpido como infame: "Para Carl Sagan es imposible que estemos solos en el Universo". Me miró con asco y no agregó nada. Después la rematé: "Es simple deducción científica".
Conclusión: Marito abandonó la persecución alien, su mujer no me saludó más y yo, cada tanto, empecé a mirar el cielo con mayor intensidad y benevolencia. A qué negarlo: hay alrededor de 100.000 millones de estrellas en nuestra galaxia y existen miles de billones de galaxias en el Universo. Es ridículo pensar que estamos solos. No hay que ser prejuicioso.

08 abril, 2008

Verne transexual

Cosas del periodismo cultural: cumplidos los homenajes por los 180 años del nacimiento de Julio Verne y luego del fárrago de comentarios, notas críticas y exhumación de su figura, llama la atención la actividad tendenciosamente revisionista de algunos. Durante este aniversario Verne fue de todo. Además de visionario y padre de la ciencia ficción, como lo consideran algunos, el autor de "Veinte mil leguas de viaje submarino", "Cinco semanas en globo" y "Viaje al centro de la Tierra", tuvo tiempo también para convertirse en misógino, masón, homosexual y, ya que estamos, bisexual. Verne no se privó de nada en los recordatorios periodísticos. Casi dos siglos después de su llegada al mundo, los rumores, mitos e ideas preconcebidas recorrieron la leyenda de este grumete francés y amante de las letras. No faltó quien lo tildara de "falso visionario", recordando a los lectores que los italianos habían inventado aparatos submarinos sesenta años antes de que él creara a Nemo y a su Nautilius, como si esto disminuyera la importancia de su obra. Al respecto, no estaría de más recordar lo que el mismo escritor afirmaba de sus creaciones literarias y de sus diferencias con H.G. Wells: "Mientras yo parto de inventos científicos ya concebidos, él (Wells) se apoya en la imaginación. Yo voy a la luna en una bala que dispara un cañón. Aquí no hay invento. Wells en cambio va a Marte en una nave construida con un metal que supera las leyes de la gravedad". Cierto: muchos de los inventos que Verne presenta en sus novelas no fueron creaciones de una imaginación adelantada a su tiempo sino todo lo contrario: la confirmación de los avances científicos de la época. Estaba en pleno auge el positivismo con su revolución industrial y ningún pensador -y el escritor francés menos que nadie- se mantenía al margen de las innovaciones y descubrimientos que constantemente se sucedían. Entre tanta exaltación en pro y en contra de la figura de Verne, tampoco faltó aquél que asegurara que "profetizó el advenimiento de Hitler" en una obra como "Los quinientos millones de la Begún", como si Hitler hubiese sido tan sólo un dictador, uno más de tantos. La apropiación biográfica de Verne ha confundido a algunos. Por su carácter reservado y su renuencia a convertirse en figura pública, sostenía de continuo que el escritor debía hablar por sus libros, no con su boca. Y rechazaba cualquier atisbo de intromisión en su vida privada con malos modos, según cuenta alguno de sus biógrafos. El periodismo de estos tiempos, más preocupado por la imagen que por otra cosa, ha reciclado un Verne en make-up sin embargo: misógino, homosexual, bisexual, masón. ¿Y transexual o metrosexual? No, aún no, probablemente para el 200 aniversario. Sí, en cambio, que tuvo dos amantes; como si tal cosa fuera un desdoro o una proeza. Lo que dictan los tiempos: mejor el encanto de la promo cultural a la colección Robin Hood, donde dormían las buenas historias de Don Verne.

02 abril, 2008

Dobles

Conozco un par de López que rapiñaron Campos, Puentes y hasta Olmos para darle un poco más de lustre al apellido. Lo mismo hicieron algunos Pérez, Martínez, Gómez, Giménez y un montón de Garcías. Es comprensible, si yo fuera Domínguez no habría salido a la vida así nomás, como un Domínguez cualquiera, desnudo y sin linaje. Antes me hhubiera cubierto las partes con un Alcántara, un Montes de Oca o un Domínguez Domínguez, redoblando la apuesta y elevando al cuadrado mi nombre familiar. Pero no, tengo la desgracia de un solo apellido que no pega ni junta con el otro, el de mi madre: Caviccini. Un horror la yunta. No tener lustre o prosapia es un castigo bíblico. Hace meses que estoy intentando alguna martingala etimológica para zafarle a la miseria semántica del Báñez genealógico, pero nada: es un mísero arbolito.
¿Puede haber un apellido más opaco, famélico de alcurnia y despojado de toda pompa, me pregunto? Imposible. Para peor, los idiotas de mis antepasados perdieron la I en algún registro civil de segunda del país basko y jamás la reclamaron. No es mucho, pero podría haber sido una I mayúscula. Con esa letra por delante jamás hubiera padecido los tormentos cacofónicos en mis tiempos de escolaridad simple. "Báñez no te bañez", me cargaban. Lo único que pude hacer frente a la precariedad etimológica que me tocó en suerte fue agregarme un acento. Nada, pura chapucería. Claro que en cuanto se lo enjareté a la á quedé, sino más agudo, sí un poco más grave. Con más carácter quiero decir. De aquellos tiempos escolares recuerdo que un día mi padre me revisó el boletín y protestó porque la maestra me había puesto el acento. "Ella no fue, fui yo -le aclaré-, le dije que iba con acento". Se rascó la cabeza y dijo: "Sí, puede ser, nunca está de más un acento". A él esas cuestiones lo tenían sin cuidado, le daba lo mismo andar por el mundo con tilde o sin tilde, ser agudo, llano o cualquier cosa. "El nombre es lo de menos, algunos nombres terminan agotando a sus portadores", me explicó una tarde, más grave que esdrújulo. No sé. Los dobles apellidos bien encastrados son una belleza sonora. No es lo mismo una secretaria que anuncia por teléfono al señor "Menéndez Pardo" que la que dice "está Menéndez en el teléfono" o "volvió a llamar el denso de Pardo, ya es la tercera vez".
Me puse a pensar en estas cuestiones por el doble apellido que se viene para los recién nacidos, el de madre y padre. Dicen que la iniciativa legislativa es para darle mayor seguridad al niño, para que sea efectivamente inscripto y atenuar con ello las posibilidades de tráfico o trata. Puede ser. Y está bien. Pero la anexión tiene una ventaja adicional, si se piensa bien: el ascenso de las clases bajas al cielo semántico de las altas. Ya era hora, pavada de revancha. Pierden los que rapiñaron primero del árbol genealógico, ahora todos los argentinos vamos a ser Pérez Companc o Menéndez Behety, digamos. O a parecer, que es lo mismo. No es poca cosa, sobre todo si queremos ser primer mundo. También las mujeres van a dejar de ser "de". Aunque se sabe que siempre fue al revés y los "de" fuimos nosotros, es mejor, la cosa se blanquea. Sin prosapia, con una letra perdida y encima mal ensamblado, lo único que me queda es colgarme de otra rama del tronco familiar. La de mi abuela materna podría ser, con linaje en la ciudad condal de Barcelona: Puigdefábregas, todo junto. No queda mal. Los Pérez, Gómez, Ramírez, Giménez, Martínez, García, Domínguez y demás rapiñadores de poca monta van a tener que emplear la imaginación o recurrir a un tercer apellido. Se les vienen tiempos difíciles. Es la hora de los dobles.

01 abril, 2008

Diario de a bordo VI (última)

El Cabo de Hornos tiene la figura de un león dormido, dicen. La leyenda agrega que cuando el mar está encrespado, el león se despierta y agita la melena entre el oleaje. Pero hoy duerme, felizmente. El barco gira despacio y se inclina a estribor. A babor recibe las primeras corrientes del Pacífico, el cambio se siente. En medio de la soledad, la figura del promontorio impacta: desnudo, altivo. Bajo el casco, aseguran los tripulantes, hay un cementerio de embarcaciones. Son las últimas estribaciones de la cordillera de los Andes hundiéndose en el océano. De perfil, se divisa la bandera chilena en lo alto del islote que antecede al león. Un poco más allá, la casita que da refugio a la única familia. Son chilenos, un matrimonio y la hija. Habitan ese desolado peñón tres meses al año únicamente. Igual es demasiado. "El Pacífico no tiena nada de pacífico", dice alguien. Cierto, al suroeste del estrecho de Magallanes se han visto las peores tormentas marinas. Estamos en el fin del mundo, la puerta de entrada a las tierras heladas de la Antártica, como dicen en Chile a la Antártida. El pasaje Drake. Luego del giro de compás, el capitan convoca a la ceremonia de bautismo. Es tradición después del cruce: se le debe arrojar agua helada en la cabeza a pasajeros y tripulantes. Escapo a popa, tengo un oído tapado y pocas ganas de circo. La pregunta que uno no deja de hacerse es cómo han hecho los cientos y cientos de navegantes ingleses y holandeses, en su mayoría, para internarse por estas aguas en las condiciones más precarias de navegabilidad, casi sin instrumentos. Asombra. El viento está relativamente calmo: 28 nudos. Subiendo, después de dejar la estrecha Ushuaia, se llega al canal Beagle. Atravesarlo son varias horas, entre 9 y 12, según las condiciones. Pero las aguas se calman, del sector chileno se suceden varios glaciares -todos con nombres internacionales: "Holanda", "Italia", "Francia", "Alemania", "España"- y se arriba al otro día a la mítica ciudad de Punta Arenas. Hay alguien a quien quiero entrevistar en esta bella y extendida población portuaria, colmada de historia y leyendas sobre el oro nazi. Se llama Nancy y, me aseguraron, conoce la ruta del oro. Pero no la ubico. Un día después atravesamos el estrecho de Magallanes, toda la noche navegando. Hay sectores donde los farallones y promontorios angostan el paso, dificultando la navegación. El nombre es exacto. Luego, al otro día, mar abierto nuevamente y por último los fiordos chilenos: cadenas montañosas y de acantilados que por tramos caen abruptamente en profundidades que van de los 80 a los 180 pies. El agua es oscura, brillante. El barco se desliza lento. Por la inclemencia del tiempo queda pendiente la región antártica, la isla Rey Jorge. Los gomones no llegan. Será para otra vez.
Al otro día, a la tarde y en cubierta, el tripulante antillano me ve anotar y se me acerca, intrigado. Le explico que apunto detalles, para no olvidar. "No photo?", pregunta. "Algunas", digo. Sonríe y se queda pensativo, con la mirada en el agua. Está muy lejos de las Antillas, pienso. Luego me digo que tal vez no, quién sabe. Mucha gente ha hecho de un barco su patria flotante.

Diario de a bordo V

Dejamos las Malvinas para poner proa rumbo al Sur. El capitán dice algo sobre la ubicación y la profundidad: 180 metros, muy poca, lo que sugiere que tanto la Malvina del Este como la del Oeste están asentadas sobre la plataforma continental. Tomo algunas notas, me queda una libra Falkland (FKP), la edición local de la libra británica. La arrojo por la borda. ¿Y si fueran francesas Lies Malouines? Un miembro de la tripulación me descubre el gesto y con señas amables me indica que no arroje nada por el barandal. Pienso en las islas como en una porción del territorio filipino. Son filipinas, ninguna duda. Al rato el capitán anuncia "un mar moderado", pero esta vez agrega: "nada grave". Lo que da que pensar. Reviso el cuaderno de notas y leo: "Gipsy Cove está plagado de minas, los únicos que circulan por el lugar son los pinguinos. Son tan livianos que pueden caminar sobre las minas sin activarlas". Me doy cuenta de que pasé por Malvinas sin visitar los museos, sin leer ninguno de los dos memoriales y sin preguntarle a los pobladores por la territorialidad o sus sentimientos de pertenencia. Mejor. Estando tan lejos de Inglaterra, el sentimiento de inferioridad los hace mostrarse más ingleses que los mismos ingleses.
En mar abierto el barco marcha a una velocidad de 15 nudos. "Brisa fuerte", dice el altavoz. A la noche el mar queda súbitamente planchado y sobre la inmensidad oceánica se divisan decenas de lucesitas quietas. Nadie parece advertirlas. Son un espectáculo aparte. Un tripulante malayo me aclara en un inglés más perturbado que el mío que son japoneses. Pronuncia japoneses con asco. Me explica que son pescadores que se ubican en la línea del límite territorial océanico para depredar. "Japankut", pronuncia con desprecio. Cada tanto y sincronizadamente incursionan en aguas no internacionales para acercarse a los bancos. "Kill ballenas", y se lleva la mano a la boca. El malayo odia a los japoneses. Pero no por asuntos ecológicos. Cuando termina con el gesto en la boca, dice: "eat ballenas, good ballenas, good". Un día después estamos arribando al temible Cabo de Hornos, allí donde se juntan el océano Atlantico, el Pacífico y el mar Antártico. Hay una placa en el barco con un poema mediocre en tierra, pero que en alta mar funciona bastante bien como poema: "I am the albatros that waits for you/ At the bottom of the Earth/ I am the forgotten soul of the dead sailors/ Who crossed Cape Horn/ From all the seas of the world/ but they did not die in the furious waves./ Today they fly in my wings to eternity/ In the last trough of the antartics winds". El Cabo de Hornos fue visto por vez primera el 29 de enero de 1615, en un viaje patrocinado por la compañía Holandesa de las Indias Orientales. El capitán de ese barco llamado "Unity" era William Schouten, y buscaba precisamente un paso hacia el Pacífico. Desde entonces, se ha convertido en lo que los navegantes llaman "La tumba de Hornos". Tiene un historial mítico y "doblar el Cabo de Hornos" es una de las ceremonias más tradicionales de la marinería. Por allí han pasado navegantes célebres: Byron, Wallis, Carteret, Bouganville. La literatura mundial ha hablado demasiado de este cruce en donde lo que prevalece son los vientos del Oeste y las marejadas con olas de hasta 12 y 14 metros. A la media tarde, luego de rozar la Isla de los Estados, lo divisamos.