<

Cisura

Cultura

Octubre

EL CURANDERO

PAREDON PAREDON

VIRGEN

LOS CHICOS DESAPARECEN

LES ENFANTS DISPARAISSENT

http://photos1.blogger.com/blogger/2389/2951/1600/LE CIRQUE NE MEURT JAMAIS

HECER EL ODIO

GONDOLAS

HECHO A MANO

EL CIRCO NUNCA MUERE

EL CAPITAN TRES GUERRAS FUE A LA GUERRA

HACER EL ODIO

29 junio, 2007

Originales de "peso" en Finca Vigía


Es curioso: la noticia cuenta que un grupo de especialistas cubanos ha hallado anotaciones personales "inéditas" de Ernest Hemingway en una pared de Finca Vigía, La Habana, donde el autor de El viejo y el mar pasó buena parte de su vida. El importante anuncio se hizo en el contexto de un Coloquio Internacional dedicado recientemente al Premio Nobel de Literatura en Cuba y lo efectuó Elisa Serrano, especialista del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología de la isla. Lo que parece primero una noticia sorprendente ("inéditos de Hemingway hallados en Cuba") se transforma en un chiste, ya que el hallazgo "consiste en apuntes sobre el peso corporal de Hemingway, encontrados bajo cuatro capas de pintura en el baño del novelista". Eso no es todo: "Se trata fundamentalmente del peso corporal de Hemingway, que data de 1942 a 1953, evidencia de su pasión por el deporte, el cuidado de la salud y su interés por las estadísticas", agrega la investigadora. Es curioso, decíamos, porque mucha pasión por el cuidado de la salud el escritor no tenía. En rigor, ninguna. Y lo que la prensa oficial cubana llama "interés por las estadísticas" es un ligero eufemismo, por no decir más. Hemingway era un obsesivo, cierto, pero más que estadísticas lo que llevaba minuciosamente era un control enfermizo de su peso y su talla, tanto que lo hacía a diario, con un lápiz y en la misma pared del baño de Finca Vigía.
Tuve oportunidad de recorrer Finca Vigía por dentro en 1991, a poco de caído el muro. Viajé a Cuba a instancias de Evelio Dorta González, uno de los compañeros del Che en Sierra Maestra y por aquellos años agregado cultural de la embajada cubana en Buenos Aires. Los visitantes por lo general no pueden ingresar al interior de la vivienda, hay sectores no permitidos al turismo dentro del hermoso predio ubicado en San Francisco de Paula, a 24 kilómetros de La Habana. Dormitorios, sala principal y otros sectores, están vedados. El baño es uno de ellos. En aquel entonces se me permitió recorrer cada sector gracias a los oficios de la gente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En el baño lo primero que llama la atención son las anotaciones de Hemingway que, efectivamente, cubren todos los rincones. Marcaba en la pared y a lápiz el peso (tenía hipertensión, debía cuidarse con las comidas y el alcohol, cosa que bien sabemos no hacía) y la talla, ya que otra de sus obsesiores era ir perdiendo estatura a medida que envejecía. Las anotaciones eran numerosas y febriles, con tachaduras y borrones, allí estaban, por lo que no había que ser muy perspicaz para adivinar que bajo las capas de pintura del baño debían reposar otras, anteriores; y tampoco para intuir hoy que las que yo ví en aquel entonces después fueron pintadas. En números, el peso; en rayas paralelas, la altura.
Hemingway vivió en Cuba de 1939 a 1960, la mayor parte de esos años en Finca Vigía. ¿Pero llamar "inéditos" a esos números personales? La segunda cosa que llama la atención del baño son los estantes para libros. Y los volúmenes cubriendo las angostas bibliotecas, por encima del papel higiénico, a un costado de la bañera, en los rincones y a los costados del lavatorio: libros que nacen del piso y se alzan hasta las jaboneras. Hemingway hacía sus necesidades leyendo. O, para decirlo mejor, hacía su necesidad diaria de leer mientras estaba en el baño. También es sabido que se tomaba su tiempo y que cuidaba de acicalarse, siempre buscando un aspecto deportivo pero prolijo. Era atildado en su aparente descuido. En un vaso donde debían ir cepillos de dientes, recuerdo, se alzaban lápices. No observé con más detalle, pero seguro que en ese baño tampoco faltaba un sacapuntas de pared. El baño era el segundo escritorio del Viejo, o el tercero; en Finca Vigía había varios. Lo mismo puede decirse de una torre que hizo construir a considerable altura para no ser molestado mientras escribía, pero a la que jamás empleó para escribir porque se agitaba al subir. Estaba excedido de peso. ¿Dieta? Las rarezas y proezas de Hemingway cubren toda Finca Vigía, como el yate de pesca en una enorme construcción contigua a la casa principal y los gatos, descendientes algunos de los albinos que lo acompañaron durante tanto tiempo. Nada nuevo.
Lo singular de la noticia surgida en estos días es presentarla como un hallazgo cuasi arqueológico. "Estos escritos -agrega Elisa Serrano al dar la información- constituyen un testimonio de presencia del afamado escritor en Cuba, encontrados en su espacio más íntimo" (sic). Y añade: "Este ha sido un trabajo complicado de microintervención, con el empleo de lentes de aumento por lo difícil del rescate y conservación del objeto de estudio". La restauradora señaló que lo más importante de este proceso es la "esencia humanista", ya que, dice, "se necesita viajar en retrospectiva para dialogar con la obra en cuestión e intervenirla apropiadamente sin violar su valor espiritual".
Quedé desconcertado al leer la totalidad del informe, en particular lo referido al "diálogo con la obra", y pensé en aquellos graffitis menores, domésticos, como en los despojos de un Hemingway turístico. ¿Esos los inéditos del escritor? Tanto como que la retórica es un rollo interminable, tan higiénico como inútil, también la sobrevaloración desmedida de un autor puede convertirse en delirio, capaz de llegar al baño y encontrar, entre otras huellas, originales de "peso".

23 junio, 2007

¿De qué trata este manuscrito?


Se lo conoce como "El Manuscrito de Voynich", pero no se sabe nada de él ya que se desconoce su edad, origen y significado. Tampoco se sabe quién lo escribió, aunque se ha atribuido a Roger Bacon, Leonardo da Vinci y Ramón Llull. Y hay quien opina que se trata de una estafa o de la obra de un bromista. Lo único que se sabe de él es que tiene 240 páginas ilustradas, que data de hace unos 500 años, que se guarda en la Universidad de Yale y que tiene una característica que lo hace único: nadie sabe en qué lengua está escrito. Algunas investigaciones han concluido que lo más probable es que se trate de una guía de farmacopea medieval, aunque también incluye lo que parecen ser representaciones astronómicas, diagramas que podrían parecerse a órganos y hasta recetas. No obstante, nadie ha logrado saber qué dice. Ni siquiera los criptógrafos militares que rompieron los códigos alemanes y japoneses en la Segunda Guerra Mundial, por lo que muchos opinan que se trata de un fraude. Sin embargo, los análisis estadísticos del texto, que revelan patrones similares a los de los lenguajes naturales, y la extensión del documento (35.000 palabras) hacen pensar que no hay tal broma, porque su estructura semántica está muy lograda. Si alguien tiene alguna teoría, puede dejar su comentario. Más información acá

20 junio, 2007

Inyenieri

"Dígame licenciado", se escuchaba en el Chavo del Ocho mientras Jirafales seducía con su elocuencia de Profesor a Doña Florinda quien, entre síes y noes, se arrebataba por el título de su enamorado. El dígame licenciado es una imperativa voz interior de muchos, no únicamente un sindrome telerman en capítulos televisivos, y nos llega de tan lejos como de M´hijo el dotor, de un tal Florencio Sánchez. Y mucho más lejos aún: si la fórmula alguna vez supo ser "elogio de corte, desprecio de aldea", hoy la impostación de un título universitario seduce y se impone como un "elogio de claustro, desprecio del resto". Dicen que doctor se hace y señor se nace, pero sin duda los atributos profesionales deben ser mucho más valederos, porque, ¿qué es lo que fascina a tantos y tantas para querer ser lo que no son? Además, ¿no estará un poco sobrevaluado eso de ser doctor, ingeniero, profesor, licenciado, etc? El episodio patético de Blumberg asumiendo que no es inyenieri releva de todo comentario. Los títulos, al menos a los argentinos, parece que nos obsesionan. Es una tara nacional y nuestra historia casera más reciente nos ha dado casos excepcionales: médicos que no son médicos, doctoras que no son doctoras, licenciados que no son licenciados. Se trata de un boludismo endémico severamente extendido y celebrado por más de uno. Años atrás llegué a conocer a un falso médico que a punto estuvo de dirigir un hospital público. Una eminencia, un tipo dedicado y consultado por especialistas. Cuando se ventiló su caso lo llevaron a juicio y, por supuesto, lo exoneraron de toda actividad médica. Pasó el tiempo y lo encontré en la calle. Me dijo que se dedicaba a las artes plásticas. Me dio un teléfono y al tiempo lo llamé, por curiosidad más que nada. Vivía solo, en un caserón inmenso y plagado de cuadros. Me mostró varios, a cual más espantoso. "Son muy buenos", le comenté. El tipo me miró incrédulo: "¿No me miente?", preguntó. Le dije que no. Sonrió. Antes de irme le pedí, si es que podía dármela, una receta para un medicamento que no tenía venta libre. Sacó un talonario, me hizo una prescripción aparte, puso el sello en ambas hojas y firmó muy tranquilo. "Tómelo cada ocho horas", me aconsejó.
El otro caso muy vívido de falso ingeniero lo tengo de conversaciones familiares. En la década de los 50 y 60, un tal ingeniero Baigorri recorría los campos de la provincia de Buenos Aires con una máquina que hacía llover. Le llamaban "la máquina de hacer llover" y era un engendro con antenas y luces que el tal Baigorri apuntaba al cielo para terminar con la sequía en los campos. Los chacareros hacían colectas de dinero y lo llamaban. El ingeniero afirmaba que la lluvía llegaría "dos o tres días después" de haber empleado el aparato. Tiempo suficiente para escapar. Lo más maravilloso del caso es que jamás cuestionaron su ridículo aparato de hacer lluvia, sino -y esto quedó siempre en la ambigüedad de las historias familiares- la validez de su presunto título. ¿Era o no ingeniero el tal Baigorri? Nunca se supo. Sin embargo, la duda pudo más que la efectividad del engendro. En Trenque Lauquen por donde anduvo, le perdonaban el fraude, no que los hubiera engañado con un título que acaso no poseía. Esa ilusión era más fuerte que la promesa de la misma lluvia. Dos días después de que lo echaran, llovió. Pero la estafa persistía.

09 junio, 2007

Una luz en el camino


Murió Martha Holgado, la hija consecuente de Perón. Se fue de este mundo sin cumplir su sueño: ser reconocida como la descendiente legítima del General. Para algunos pocos, sin embargo, la que murió fue Martha Perón. O, para ser justos, Lucía Victoria Demarchi, según actas notariales desaparecidas misteriosamente el mismo año en que ella nacía, julio de 1934. "Mi papá me anotó con ese nombre", confesó en 1993. Murió sola, rechazada por la clase política y descalificada por la ciencia genética que no supo de sus desvelos. Muchos le decían familiarmente "la Perona", contracción genérica que ella aprobaba con una sonrisa. Hay que recordar que la lucha por ser reconocida como hija única del ex presidente llevaba muchos años, casi siempre a contracorriente y en soledad. El casi siempre se debe a ciertas excepciones: en el Vaticano Martha Holgado gozaba de cierta confiabilidad. Detalle no menor y muy poco conocido si se repasa el itinerario oprobioso del cadáver de Eva. Como sea, en octubre del año pasado, aprovechando el traslado de los restos del General a la quinta de San Vicente en la provincia de Buenos Aires, fueron tomadas tres muestras óseas del cadáver en la zona de un hombro y del fémur. Con esas muestras se realizaron las pruebas de ADN. Aquí, en el país, los resultados fueron negativos. Pero en la madre patria inglesa, donde los abogados de Martha enviaron parte de las mismas muestras para establecer fehacientemente su filiación, los resultados fueron diferentes. Por encontrarse "altamente formolizado", el material cadavérico no pudo ser sometido a pruebas de laboratorio. Lejos de toda necrofilia nacional, a la que los argentinos somos reacios, la lucha continúa: el hijo de Martha Holgado -nieto legítimo de Perón, en todo caso- proseguirá con el reclamo judicial de su madre para determinar los lazos de consanguinidad. Ojalá se le de y al final del camino encuentre alguna luz de esperanza, ya que el origen de esta batalla de identidad es esencialmente justicialista. Debe tenerse presente, por cierto, que Perón fue un hombre del ejército argentino que gobernó la marcha del país durante tres períodos. Salvando las intermitencias, cuando ponía la luz de giro a la izquierda, doblaba a la derecha. A veces ni eso y seguía de largo. El papá de Lucía Victoria tenía estas cosas.

08 junio, 2007

Teoría del culo

Mi amiga Magda Díaz Morales subió esta teoría de Javier Cercas a su Apostillas literarias y el Costurero Disociado, prudente, siguió el rastro y los hilvanes. Leer acá

06 junio, 2007

Cuando el cielo baja a la tierra

A propósito de La Virgen del Cerro, de Juan Terranova


"Esta historia comienza con una mujer. Esa mujer es ama de casa y vive en un barrio en las afueras de la capital de la provincia de Salta. Es una mujer casi como cualquier otra. Tiene tres hijos y está casada desde 1970 con su marido que es contador. Un día de 1990 mientras está rezando el rosario en la intimidad de su cuarto escucha una voz". Así arranca la crónica que Juan Terranova ha hecho desde la intimidad de ese fenómeno de fe religiosa llamado "La Virgen del Cerrito", con peregrinaciones permanentes -pero en especial cada sábado- a Tres Cerritos, la localidad salteña en donde María Livia (esa mujer), a través de la Oración de Intercesión, transmite los mensajes de la Virgen a los peregrinos. Juan Terranova (1975) es escritor, con tres novelas anteriores y un libro de ensayos, pero lo más fascinante de esta crónica (Sudamericana)que se inicia desde el mismo momento en que parten los peregrinos desde el Planetario de Buenos Aires a Salta, es la mirada agudísima del cronista, con notas que nos dejan ver gestos, palabras, silencios y hasta los detalles más nimios de ese viaje de 1600 km. ("¿Y qué es un cerro?", se pregunta: etimología y descripción). Nada parece quedar fuera del campo de registro del novelista, y en este sentido el libro, sin proponérselo acaso, se impone como un impecable relevamiento antropológico en torno a un fenómeno masivo de fe religiosa. Folletos, comidas, volantes, la historiografía de sitios y lugares se refunden cronológicamente durante la marcha al santuario en tanto Terranova va dando espacio a las voces de los creyentes, a veces a través de observaciones agudas, casi siempre directas, concisas. Terranova es un escritor de voces, surgido de la mejor tradición oral (Puig, podríamos arriesgar), y en esta Virgen del Cerro se advierte tanto el dominio de la técnica como de la perspectiva asumida: su presencia pasa inadvertida, feliz y sabiamente inadvertida. Un dato: su respeto ante el fenómeno masivo de fe. Siendo novelista, surge la tentación. El yo intensificado, el trazo irónico. Pero no, ni un guiño. Lejos (aunque reconocible) de su novelística de caníbales, tangueros y pornógrafos, La Virgen del Cerro es un libro de fe en la fe, donde los protagonistas -miles cada sábado de ascensión- se aunan en una visión homogénea de conjunto: ellos, ella (María Livia), ella (la Virgen), el santuario y la ermita, las oraciones, los asistentes de María Livia, el polvo y el calor, los grupos de oración y sus comentarios, la devoción y también la postura oficial de la Iglesia. El tratamiento de lo sobrenatural está expuesto a partir de testimonios indirectos y despojados: milagros, curaciones, apariciones, exorcismos, visiones en el cielo, concurren en un mismo plano narrativo que los rigurosos apuntes teológicos o que la historia de María Livia, dedicada en capítulo aparte, así como sus encuentros en el cine teatro Victoria de Salta. No es ni mucho menos una hagiografía montada sobre un personaje en particular o un texto de promoción eucarística. Tampoco es estrictamente un libro religioso. En todo caso se trata de un documento minucioso, relevante, sobre los pormenores que rodean al misterio de la fe. Escrito con humildad, con respeto intelectual también.

04 junio, 2007

El país de novela

Nota de Omar Genovese en Nación Apache acá