26 noviembre, 2006
19 noviembre, 2006
Uñas

Cuando el cirujano de la policía de París operó a la mujer muerta, descubrió que su estómago estaba lleno de uñas.
La expresión simiesca en la cara muerta, su fea mueca, en la cual asomaba la gangrena, fue fotografiada en colores. La grotesca cabeza, horriblemente demoníaca, con el pelo teñido, había sido injertada, contra natura, en el cuerpo de una adolescente. Y la espantosa cirujía había tenido éxito, pues la cabeza de la vieja había vivido dos años con el cuerpo juvenil.
En tales operaciones, el equilibrio del cortolón inevitablemente se altera. (Cortolón es una sustancia que controla el crecimiento de las uñas de manos y pies). O bien las uñas del paciente desaparecen por completo o, como en este caso, el crecimiento de las uñas es acelerado hasta varios centímetros por día.
Ella pudo haber sido inmortal, si no se hubiera comido las uñas.
(De El idioma de los gatos, Ediciones De la Flor, 2da.edición, 1995, trad. Ernesto Schóo)
17 noviembre, 2006
La patria genética II

Vez pasada se rompió un caño de agua en casa y tuve que llamar al plomero. El hombre vino, revisó, se puso a trabajar, y mientras estaba dándole vueltas a la terraja, se detuvo en seco:
-¿Sabe qué, Ibáñez?
-Qué
-Usted me ve así, laburando, medio sucio, pero la verdad que yo soy tartaranieto de Belgrano.
-Más bien.
No es el único caso. Pegado a la casa de mi vecina trabaja una muchacha que hace empanadas y pastelitos para afuera: es descendiente directa de doña Paula, la que tejía. Tiene una parra y un hijo, Jonatan Sarmiento. El barrio está lleno de próceres. Están los que bajan de Cornelio Saavedra, dos o tres negritos que vienen de San Martín, de la Primera Junta cualquier cantidad. El pibe que me trae el diario, Clarence Rivadavia, lo mismo. Y ahora nomás se está formando una villa con los del segundo y tercer gobierno patrio.
Los que descendemos de Perón sabemos sin embargo que somos más. Pero no por eso vamos a andar pidiéndole al resto estudios vinculares y ADN. Un disparate. Como dijo el General de la ciencia gorila: las teorías pasan, la rana permanece. Aguante, hermanita
10 noviembre, 2006
Fenomenito

Arenas
Dieciséis años después de su muerte, la obra del cubano Reinaldo Arenas continúa creciendo en prestigio. Recientemente, el director cinematográfico Manuel Zayas realizó "Seres extravagantes", un documental sobre la vida del escritor tomando como eje del film la voz del propio Arenas. Seguir leyendo acá
09 noviembre, 2006
08 noviembre, 2006
La patria genética I

Luego lo bajan y
En un banquito lo sientan
Y al gritar "¡Viva la Patria!"
Un tiro en la casa resuena
Y cae el Negro, mamita
Lleno de sangre si vieras
Pobre negrito Falucho
Que murió por su bandera
06 noviembre, 2006
05 noviembre, 2006
Depresión en espejo de tinta
A propósito de Esa visible oscuridad, de William Styron (1925-2006)
Hace un par de días, mientras andaba por nacionapache, me asomé a la ventana que Piro había abierto sobre la depresión. A la tarde de ese mismo día me enteré que William Styron (1925-2006) había muerto en Martha's Vineyard. Hice el vínculo de inmediato: Esa visible oscuridad. Es el texto menos conocido y difundido del norteamericano, célebre por La decisión de Sophie, La larga marcha y, en menor medida, por Tendidos en la oscuridad y Pabellón especial. Seguir leyendo acá
Hace un par de días, mientras andaba por nacionapache, me asomé a la ventana que Piro había abierto sobre la depresión. A la tarde de ese mismo día me enteré que William Styron (1925-2006) había muerto en Martha's Vineyard. Hice el vínculo de inmediato: Esa visible oscuridad. Es el texto menos conocido y difundido del norteamericano, célebre por La decisión de Sophie, La larga marcha y, en menor medida, por Tendidos en la oscuridad y Pabellón especial. Seguir leyendo acá
03 noviembre, 2006
La máquina de pensar
A propósito de El discurso vacío, de Mario Levrero
A Mario Levrero le hubiera gustado: ninguna fecha redonda, nada de aniversario, ni la más mínima excusa. El más llano y oculto de los narradores uruguayos -el de las colosales novelas La ciudad, París, El lugar; el de la narrativa paródica y distinta de La máquina de pensar en Gladys; el folletinero invencible de Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo; el hilarante de Manual de parapsicología o el irreverente poskafkiano de Agua salobre-; el de tantos títulos y obras inadvertidas, no necesita que nadie lo saque del olvido. Era el lugar que mejor lo resguardaba, donde contados y discretos le hacían y le seguimos haciendo lecturas. Así vivió y así se fue, sin intereses promocionales de los círculos literarios que tanto rechazaba y sin cuidados en la sala de terapia intensiva, que desechó también en su última hora. ¿Cuánto hace que no está entre nosotros este narrador singular? Más de dos años. Un discurso vacío por Montevideo porque Montevideo ya no es la misma sin Mario. De todos modos, lo dicho: al buen Levrero le hubiera gustado la última edición de Interzona de El discurso vacío, su autonovela mitimiti, mitad biográfica mitad grafológica. "Hoy es el primer día de mi terapia grafológica", anuncia desde el arranque. Y la grafología y su burla tienen mucho que ver con la buena letra, con practicar redondeces y curvas en cada letra, con un pulso firme y cierta convicción ¿No es eso, al fin y al cabo, la escritura? En la preceptiva de este discurso vacío se asume la contemplación de un mundo hogareño: hábitos, sonidos, dolencias, palabras, el lugar de las cosas. Eso. Una crónica sobre lo determinado y la extrañeza de su percepción. La primera persona que me mencionó a Levrero fue Hermes O. Gosso, a comienzos de los ochenta. Ni él ni Mario se han movido de mi lugar de los afectos. Cada vez que los pienso, leo. Es una manera.
A Mario Levrero le hubiera gustado: ninguna fecha redonda, nada de aniversario, ni la más mínima excusa. El más llano y oculto de los narradores uruguayos -el de las colosales novelas La ciudad, París, El lugar; el de la narrativa paródica y distinta de La máquina de pensar en Gladys; el folletinero invencible de Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo; el hilarante de Manual de parapsicología o el irreverente poskafkiano de Agua salobre-; el de tantos títulos y obras inadvertidas, no necesita que nadie lo saque del olvido. Era el lugar que mejor lo resguardaba, donde contados y discretos le hacían y le seguimos haciendo lecturas. Así vivió y así se fue, sin intereses promocionales de los círculos literarios que tanto rechazaba y sin cuidados en la sala de terapia intensiva, que desechó también en su última hora. ¿Cuánto hace que no está entre nosotros este narrador singular? Más de dos años. Un discurso vacío por Montevideo porque Montevideo ya no es la misma sin Mario. De todos modos, lo dicho: al buen Levrero le hubiera gustado la última edición de Interzona de El discurso vacío, su autonovela mitimiti, mitad biográfica mitad grafológica. "Hoy es el primer día de mi terapia grafológica", anuncia desde el arranque. Y la grafología y su burla tienen mucho que ver con la buena letra, con practicar redondeces y curvas en cada letra, con un pulso firme y cierta convicción ¿No es eso, al fin y al cabo, la escritura? En la preceptiva de este discurso vacío se asume la contemplación de un mundo hogareño: hábitos, sonidos, dolencias, palabras, el lugar de las cosas. Eso. Una crónica sobre lo determinado y la extrañeza de su percepción. La primera persona que me mencionó a Levrero fue Hermes O. Gosso, a comienzos de los ochenta. Ni él ni Mario se han movido de mi lugar de los afectos. Cada vez que los pienso, leo. Es una manera.