Masa básica
Cada tanto vuelvo a recorrer los ambientes de una novela austera, sombría, magistral. Bernhard Schlink la plasmó hace poco más de diez años y aunque en castellano (Anagrama) ya va por su undécima impresión, su primera tirada es de los noventa. Sin embargo, cada vez que abro las páginas de El lector tengo la misma sensación: la historia de Hanna y Michael pertenece a un libro anterior, antiguo quiero decir. Como si Schlink la hubiera calcado de un clásico, pero, también, como si la suya fuera una versión absolutamente original. Cuando la leí por primera vez sentí el mismo déjà vu: de libro conocido. Y no. O sí. Acaso porque en el imaginario de todos nosotros debe haber una memoria común, única, a la que de tanto en tanto recurrimos para no desapercibirnos. Con los libros debe suceder algo similar, algunos obran de antecedente para que otros logren desarrollarse tiempo después. Una masa básica, digamos, harina y agua, que luego tomará distintas formas y sabores aunque reconociendo un origen común. Seguir leyendo acá