Originales de "peso" en Finca Vigía

Tuve oportunidad de recorrer Finca Vigía por dentro en 1991, a poco de caído el muro. Viajé a Cuba a instancias de Evelio Dorta González, uno de los compañeros del Che en Sierra Maestra y por aquellos años agregado cultural de la embajada cubana en Buenos Aires. Los visitantes por lo general no pueden ingresar al interior de la vivienda, hay sectores no permitidos al turismo dentro del hermoso predio ubicado en San Francisco de Paula, a 24 kilómetros de La Habana. Dormitorios, sala principal y otros sectores, están vedados. El baño es uno de ellos. En aquel entonces se me permitió recorrer cada sector gracias a los oficios de la gente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En el baño lo primero que llama la atención son las anotaciones de Hemingway que, efectivamente, cubren todos los rincones. Marcaba en la pared y a lápiz el peso (tenía hipertensión, debía cuidarse con las comidas y el alcohol, cosa que bien sabemos no hacía) y la talla, ya que otra de sus obsesiores era ir perdiendo estatura a medida que envejecía. Las anotaciones eran numerosas y febriles, con tachaduras y borrones, allí estaban, por lo que no había que ser muy perspicaz para adivinar que bajo las capas de pintura del baño debían reposar otras, anteriores; y tampoco para intuir hoy que las que yo ví en aquel entonces después fueron pintadas. En números, el peso; en rayas paralelas, la altura.
Hemingway vivió en Cuba de 1939 a 1960, la mayor parte de esos años en Finca Vigía. ¿Pero llamar "inéditos" a esos números personales? La segunda cosa que llama la atención del baño son los estantes para libros. Y los volúmenes cubriendo las angostas bibliotecas, por encima del papel higiénico, a un costado de la bañera, en los rincones y a los costados del lavatorio: libros que nacen del piso y se alzan hasta las jaboneras. Hemingway hacía sus necesidades leyendo. O, para decirlo mejor, hacía su necesidad diaria de leer mientras estaba en el baño. También es sabido que se tomaba su tiempo y que cuidaba de acicalarse, siempre buscando un aspecto deportivo pero prolijo. Era atildado en su aparente descuido. En un vaso donde debían ir cepillos de dientes, recuerdo, se alzaban lápices. No observé con más detalle, pero seguro que en ese baño tampoco faltaba un sacapuntas de pared. El baño era el segundo escritorio del Viejo, o el tercero; en Finca Vigía había varios. Lo mismo puede decirse de una torre que hizo construir a considerable altura para no ser molestado mientras escribía, pero a la que jamás empleó para escribir porque se agitaba al subir. Estaba excedido de peso. ¿Dieta? Las rarezas y proezas de Hemingway cubren toda Finca Vigía, como el yate de pesca en una enorme construcción contigua a la casa principal y los gatos, descendientes algunos de los albinos que lo acompañaron durante tanto tiempo. Nada nuevo.
Lo singular de la noticia surgida en estos días es presentarla como un hallazgo cuasi arqueológico. "Estos escritos -agrega Elisa Serrano al dar la información- constituyen un testimonio de presencia del afamado escritor en Cuba, encontrados en su espacio más íntimo" (sic). Y añade: "Este ha sido un trabajo complicado de microintervención, con el empleo de lentes de aumento por lo difícil del rescate y conservación del objeto de estudio". La restauradora señaló que lo más importante de este proceso es la "esencia humanista", ya que, dice, "se necesita viajar en retrospectiva para dialogar con la obra en cuestión e intervenirla apropiadamente sin violar su valor espiritual".
Quedé desconcertado al leer la totalidad del informe, en particular lo referido al "diálogo con la obra", y pensé en aquellos graffitis menores, domésticos, como en los despojos de un Hemingway turístico. ¿Esos los inéditos del escritor? Tanto como que la retórica es un rollo interminable, tan higiénico como inútil, también la sobrevaloración desmedida de un autor puede convertirse en delirio, capaz de llegar al baño y encontrar, entre otras huellas, originales de "peso".