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EL CAPITAN TRES GUERRAS FUE A LA GUERRA

HACER EL ODIO

30 junio, 2008

Queremos tanto a Coca


Del 24 al 28 de junio se llevó a cabo el 8º Festival Argentino Competitivo Tandil Cine, organizado por el Instituto Cultural de la Provincia, el INCAA, la Facultad de Arte de esa ciudad y la municipalidad de Tandil, entre otros organismos.



Fue en el aula magna de la Universidad de Tandil y en el marco del 8º Festival Nacional de Cine Competitivo, pero ella le quitó todo atisbo de solemnidad: “Vení, querida, acercate que no escucho bien, vení, ¿qué decís?”. La mujer se levantó de entre el público y caminó hasta el estrado, un poco cohibida, otro poco sorprendida. Cuando la tuvo cara a cara, repitió el pedido, casi como un ruego: “Por favor, Isabel, podría repetirnos esa frase célebre, la de Carne”. Isabel se acomodó el pelo, más renegrido ahora que nunca, y se echó para atrás. Luego, en tono firme y sugestivo, con el micrófono en alto, pronunció la pregunta más sublime de toda la historia del cine argentino: “¿Qué pretende usted de mí?”. El aula magna se vino abajo en una sola ovación y en los ojos de muchos, a pesar de las diferencias generacionales, se notó un brillo extraño, idéntico.
Fue el momento más conmovedor del encuentro con Isabel Sarli, ese mito viviente de las habilidades manuales de los argentinos y de una educación sentimental que se amparaba en la penumbra de las salas de proyección para contemplar extasiados lo que ya no existe ni se pronuncia: una mujer escultural. Sin cirugías, sin el rubio en make up del flequillo en serie y con valijeros en primera fila. Otras épocas y otros verbos. Nuestro modelo patrio era esta hembra entrerriana de ciento y pico-sesenta-noventa y el cine Roca para los platenses; ratearse en lugar de ratonearse. “Salvo el problema que tuve en la cabeza, nunca me operé de nada ni me voy a operar, pero lo que sí hice fue mostrarle a los argentinos cómo eran las bellezas de nuestro país, porque Armando me hacía desnudar en Cataratas, en Córdoba, en el Chaco, en Ushuaia y hasta en el Calafate, mucho antes de que los Kirchner lo promocionaran. Yo sí que hice geografía”. El aula magna estalló en aplausos. “¡Diosa!”, le gritó uno de los muchachos de la Escuela de Arte de Tandil. “No, no –lo contuvo ella-, vos sos muy jovencito, yo hacía lo que Armando me decía, al contrario, siempre tuve vergüenza de todo, él fue mi hermano, mi amante, mi novio, mi padre, él fue todo. Pensá vos, querido, que cuando en la pantalla aparecían unas manos que me tocaban, no eran las del galán de la película, eran las de Armando”.
La humildad de “Coca” Sarli es mayor que la leyenda. Y no es poco. Durante más de hora y media esta diva en serio y con mayúsculas cautivó al auditorio con la sencillez de sus historias mínimas. “Mi padre nos abandonó a mami y a mí cuando yo tenía tres años, se fue a Montevideo y después a Canadá. Muchos años después, cuando gané el concurso de Mis Argentina y me hice famosa, quiso verme. Pero no lo perdoné jamás, eso no. ¿Cómo fue mi infancia? Tuve una infancia muy feliz, nunca me puse en víctima, eso es de mal gusto”. Recorrió varias veces el mundo, con anécdotas en Rusia, en Japón y en los lugares más exóticos. “Pero yo siempre quería volver, una porque odio los aviones y otra porque quería estar en casa, con mis perros, mis gatos, mis tucanes, mis papagayos y todos mis animalitos. Armando me decía, ‘dale Coca, tenés que ir, dejate de macanas, te debés al público’, y yo iba, la palabra de Armando era palabra santa…”
Una de las anécdotas más naif del encuentro surgió cuando un señor que criaba canas le preguntó, a boca de jarro, por otros amores aparte del de Armando: “Sí –dijo, sin nombrarlo-, había un actor que estaba acostumbrado a que las actrices jóvenes se enamoraran de él, y lo intentó conmigo. Me enviaba bombones, pero yo ni loca, jamás, yo era de Armando. Cuando se cansó, recuerdo que en un reportaje que le hicieron, dijo: ‘Es una mujer honesta’, bueno, yo siempre fui eso, la mujer de un solo hombre”. Bombones y pudor para conquistar a la mujer más deseada del país: nada que agregar.
Poco antes de cerrarse el encuentro, alguien le preguntó por ese otro clásico en su vida: la censura. Recordó a De la Fuente, a Tato, a muchos y esmerados censores que la proyectaron internacionalmente y que erectaron aún más su imagen en el deseo de los argentinos varones. No tuvo palabras de elogio, tampoco de rechazo u odio. “Pobrecitos –dijo con sabiduría y grandeza-, hicieron lo que pudieron, hasta los posters prohibían, pero el que más nos persiguió fue monseñor Plaza, no nos podía ni ver, este hombre sí que nos tenía cortitos”, remarcó en plural y por género, sin ninguna jerarquía.
La ayudaron a bajar del estrado, despacio, con sumo cuidado. "Tengo más años que todos ustedes juntos", murmuró. Mentira. Le entregaron dos ramos de flores inmensos. Concluido el acto en el aula magna, el público se le abalanzó y buscó fotografiarla y pedirle autógrafos. La hija, Isabelita, su nenita, como la llama ella entrañablemente, corrió para asistirla. Isabel se dejó fotografiar, abrazar y besar. La dama estaba entre nosotros, la dama mayor había regresado a su gente, como en la gentil, bizarra y genial película de Jorge Polaco. “¡Te amo, te sigo amando, sos la más grande!”, le confesó a los gritos un hombre mayor. Ella lo estrechó entre los brazos y le dio un beso. A todos, porque todos te amamos y te pertenecemos. Somos algo así como los hijos de aquel Fuego, divina Coca. La más grande.

27 junio, 2008

"Plan Boludos y Boludas"

Grismar publicó en la bitácora que comparte con Cinzcéu ("Antes de la lluvia") un post sobre "La era de la boludez". Reproduzco la parte final de la nota. Para leerla completa, ver acá.

“(…) Estuve pensando en enviar al Congreso un proyecto (total en este momento no están haciendo nada) de subsidio o similar llamado "Plan Boludos y Boludas". Podrían acceder a él todos los boludos y boludas de mi patria que pudiesen acreditar haber cometido al menos dos de los errores listados, los que laburaron toda su vida y jamás les regalaron nada (ni hablar de una casa o lote), los que presencian impotentes el circo entre las oligarquías, los que hace unos días no agarraron cacerolas (por cierto, vi unas tan nuevas y brillantes que pensé ir a pedirle a quienes las blandían que me la cambien por mi vieja y abollada olla), los que no se dejaron tentar por las siete carpitas que decoran la plaza ni siquiera para mandar un manatí inflable relleno de TNT, ni tienen cuentas bancarias, ni acceso al megacurro de la soja, ni voz ni voto (bueno, sí tuvieron voto, pero es otro tema), en definitiva, los miles de habitantes grises que diariamente van a laburar esquivando cortes de rutas, calles, luz y sueldos sólo por haber sido lo suficientemente idiotas como para no formar parte de los inteligentes como D'Elia, De Angelis, Macri, Kirchner, etc etc.Aunque casi todos esos están casados, tienen hijos y amigos...¿será que el ser inteligente pasa por otro lado? Como sea, merecemos un plan Boludos y Boludas, antes de que la leche derramada nos empiece a llover encima".

24 junio, 2008

"Aquí cerraron sus ojos"

A propósito de El violento oficio

de escribir (Obra periodística 1953-1977),

Rodolfo Walsh,

Ediciones De la Flor, 2008.

-¿Usted cree que hay algún cambio en la actitud de los escritores cuando buscan editoriales donde publicar?

-Eso no lo sé, te lo tendría que decir alguien que estuviera en esa situación. Lo que yo siempre destaco, y algún día voy a escribir un artículo sobre eso, es cómo los escritores digamos genéricamente «de izquierda» o «progresistas», que despotrican en cuanta ocasión tengan contra las transnacionales, a la hora de decidir a quién entregar sus obras se las entregan a las transnacionales. O sea, que están en una contradicción bastante flagrante.

La respuesta es del editor Daniel Divinsky y la pregunta pertenece al periodista Cristian Vázquez. Ambas están contenidas en el último número (18) de la revista digital “Teína” (http://www.revistateina.com/). La referencia a esta entrevista tiene particular sentido con el más reciente libro publicado por el sello de Divinsky: El violento oficio de escribir (Obra periodística 1953-1977), de Rodolfo Walsh. Sin duda Walsh hubiera avalado más que nadie la aparición de esta edición corregida y aumentada a cargo de Daniel Link. Primero porque con la misma se completa en esa casa editorial toda la obra del autor de Operación masacre, Los oficios terrestres y la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, entre otros textos de notoria calidad e indudable compromiso ético, textos que abarcaron casi todos los géneros, del testimonial de investigación a la ficción y la dramaturgia. Segundo porque tanto el prólogo de Rogelio García Lupo –quien rescata la pasión urgente, frontal y obsesiva de Walsh en el terrestre oficio del periodismo-, como la nota preliminar de Daniel Link –aclarando el riguroso encuadre de selección de los artículos, así como el origen autobiográfico y certero del título del libro- responden sin duda a las expectativas que el propio R.W. depositaba en cada escrito personal: pulcritud e inteligencia, dos razones que apuntalan este volumen. “(…) cuando Walsh escribía –señala García Lupo- aunque fuera una página, su poder de concentración desconcertaba, hasta podía herir a los demás”.
Las heridas eran sin embargo propias. Walsh escribía acerca de aquello que era de su más sentida pertenencia. Aún en notas presuntamente “literarias” como la que le concede a Ambrose Bierce, vemos los intereses del autor de ¿Quién mató a Rosendo?, por caso en la escena en que Bierce/Adderson es llevado ante el pelotón de fusilamiento. Siguen las notas redireccionadas “sobre el mundo de la política”, los textos que servirían de base a Operación masacre, artículos que reproduce “Leoplán” y otros que firma bajo el seudónimo de “Daniel Hernández”, por pudor o repugnancia, como bien señala Link. La mirada de Walsh es incisiva pero amplia, tanto presta atención a los dramas cotidianos y políticos (los fusilamientos en José León Suárez) como a cuestiones del lenguaje cifrado, también a la parábola indestructible del Hindenburg, que su prosa en anáfora burlona reduce a polvo. Las notas de Prensa Latina son vitales en el derrotero político del periodista, también aquellas que el cronista le dedica a la realidad latinoamericana y que aparecen en “Panorama”, “Extra”, “Georama” o “Siete días”, aun encubiertas bajo la categoría color. No hay en el derrotero Walsh espacios hueros, puede tanto referirse a la extracción del tanino en el Norte como a la causa de Palestina con idéntica y febril militancia. “Volver a leer el periodismo de Walsh es encontrarse con una mirada sobre su tiempo, a menudo generosa, frecuentemente ácida, pero nunca recargada por el discurso. Escribió con una franqueza que en su época causaba tanto estupor como ahora al releerlo”, señala el prologuista.
El libro se cierra con la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, fechada un día antes de su desaparición. Releerla sigue siendo un examen de conciencia a la luz de los días vividos durante la cerril dictadura, también –lo que no siempre se dice- el mejor manual de estilo periodístico en esta materia. “La clave está en que Walsh nunca renunció a la regla fundamental del periodismo: la información”.
Un último dato de irreductible valor para este necesario libro: El violento oficio de escribir ha estado bajo la esmerada tutela de Daniel Link y la casi totalidad de las notas periodísticas de R.W. aquí reunidas tuvieron un inicial esbozo antológico que llevaba por título “Aquí cerraron sus ojos”. Diez años más tarde, muchas personas contribuyeron a la feliz iniciativa de Link. Hoy, bajo otro título, las marcas que contextualizan la obra de Walsh –concisas, relevantes- son ciertamente Clases que anteceden la prédica del mejor oficio terrestre.

20 junio, 2008

Retenciones



Progresivamente los saberes de una sociedad se van ampliando. Hace ya más de tres décadas los argentinos fuimos expertos en tablitas, bicicletas financieras y el ominoso déme dos vía Miami en tanto otros argentinos desaparecían. Años más tarde, durante la guerra de Las Malvinas, nos hicimos conocedores de los secretos más recónditos del armamentismo militar. Supimos acerca de la característica de los Exocet, de misilística, táctica, estrategia, del vuelo vertical de los Sea-Harrier y del alcance y autonomía del Pucará. Poco o muy poco de la geografía de las islas, apenas el resabio de algunos relatos. Posteriormente, con Alfonsín, fuimos duchos en inflación, deflación, hiperinflación y otros cálculos numéricos de las variables económicas. En el 2001 tuvimos oportunidad de conocer acerca de la multifunción de las cacerolas, del corralito financiero y del valor del papel moneda según la región del país. Hoy parece que nuestros intereses pedagógicos están orientados al saber agropecuario y rural.
Cada crisis –y fueron muchas- nos encuentra comentando el curso de los acontecimientos bajo las garantías que nos brinda el método del aprendizaje veloz. En lugar de aulas o facultades, bares y oficinas. Escuchamos, repetimos, opinamos. Ocasionalmente discutimos, casi nunca debatimos. Lo cierto es que ninguna crisis nacional nos dejó sin verba. Desde hace unos meses hemos entrado en la currícula de la soja, perteneciente al módulo agropecuario. Ya sabemos de rinde, de cálculos en quintales, de retenciones y hasta podemos definir en chicos, medianos y grandes, según las hectáreas de producción. Estamos duchos. Tenemos el saber. Una expresión va a quedarnos de este ciclo autodidacta: pool de siembra. Acaso dos o tres vocablos más. No importa. Ya pasarán al olvido, como tantos otros. Aunque el valor de la palabra se retiene a un costo demasiado elevado, no hay aduanas para la memoria.

14 junio, 2008

8º Tandil Cine


Los chicos desaparecen, de Marcos Rodríguez, en el 8º Tandil Cine Festival a realizarse entre el 24 y 28 de junio de 2008. Más información acá.

Cabos sueltos

Apuntes para el III

Encuentro Nacional de

Escritores (LP, 12/6/08). Mesa

con Juan Sasturain y

Horacio Preler.

Tema: “La escritura, única tierra firme del escritor

Creo que va con signos de interrogación. No importa. Primera nota por asociación para el III Encuentro: “En la patria flotante”, título que dio nombre a una serie de notas publicadas sobre el viaje a Malvinas en marzo pasado. La relación con el título y la charla a raíz de una expresión: “andar por la línea de flotación de la escritura” o “espiar por el ojo de buey y escribir”. Esa frase la robé a uno de mis personajes que ve en otros “cierta línea de flotación de la nostalgia”. Nostalgia y escritura son determinativos, intercambiables. Sobre todo abstractos. Recordar sin embargo que línea de flotación de la nostalgia, a su vez, está tomado de Roberto Arlt, cuando en una de sus novelas, no recuerdo cuál, señala que a ese personaje se le veía una tristeza que le llegaba a la cintura. Una imagen grabada y el inmediato cálculo: ¿90 cm? ¿1,10? ¿Cuánto puede tener el calado de una tristeza? A su vez, el título de las notas del diario de viaje -“En la patria flotante”- está rapiñado de un personaje de la novela El curandero del cuarto oscuro, el teniente Mandarino, un tipo desaforado y autoritario que lo único que desea es construir “una patria flotante”, con eso sueña. Autoplagiarse es inmerecido. Lo digo porque con el tiempo uno se da cuenta de que la escritura resulta un plagio progresivo de uno mismo y sobre todo, de otros, si es que sabemos interpretar la estela. Páginas/estela/espuma. Sólo hay que seguirla. Pero, volviendo a la línea de flotación, se me ocurre que todos tenemos una. Quiero decir: cierto peso, alguna angustia, esas cosas. Una marca invisible en el cuerpo de cada uno de nosotros que nos dice esto somos. Boyamos con esto somos. No se ve la línea, sólo está. Hablo de estas cuestiones y sé cuál es mi marca o línea de flotación, el peso de frustraciones personales, emocionales, cisuras que pausan o animan la respiración de lo que escribimos. Intuyo también qué cosa representa la acción de escribir en esa línea: la posibilidad de achique. En marinería, la voz “achique”: quitar peso, agua, de la sentina del barco. Escribir: achicar el barco cuando hay rumbos, filtraciones. Volver a escribir, más reparaciones en el casco, tarea de tributarios y deudores. La presunción: el nombre robado de esta charla, el robo de la línea de flotación de la nostalgia, el robo a Roberto Arlt. Sensatamente nos vamos desmintiendo e imponiendo con lo mismo de otros a través de pequeñas y lícitas sustracciones. En lo personal, si voy un poco más atrás, otros préstamos aparecen. Muchos. De todos ellos, sin embargo, recuerdo uno, el primero, para mí con nombre de libro iniciático: La isla con hélice, de Julio Verne (en las traducciones es de hélice, fastidio preposicional que ignoro pero me suena injusto). Creo que la leí a los 11 o 12 años. Me impactó. Había leído cosas de Verne, pero nunca ninguna me atrapó tanto como ese libro. En el inventario de la memoria no hay allí vaticinios de máquinas submarinas, viajes a la Luna o aparatos con palas que vuelan como helicópteros. Nada de eso. La isla flota ausente por los mares del mundo con millonarios y gentiles a bordo, tiene de 9 a 6 km. de largo y de ancho esta fortaleza y está construida sobre enormes motores que le dan impulso. Hay avenidas, paseos, almendros que coronan las mansiones. Una vida ideal e irreal transcurre allí, con fiestas, placeres y una opulencia que sólo se ocupa de engañar el tedio. ¿Un símil? Se me ocurre ahora pensar en spas, ámbitos cerrados presuntamente ideales de la sociedad moderna, countries, en fin, esas virutas arquitectónicas que confiere la inseguridad. También en este terreno Verne fue un adelantado, pero como no hay aparatología a la vista, nadie o casi nadie reparó en la profecía. El casco ya hacía agua. Raro: debe ser el vaticinio del autor de Cinco semanas en globo más formidable y terrible. ¿Qué ocurre en esta isla flotante a hélice? Algo sencillo y extraño: carece de música en vivo, sólo hay arte subsidiado, si mal no recuerdo, por gramófonos o instalaciones similares. Para poder tenerlo, los bogavantes millonarios, llamémoslos así, recurren a un viejo y elemental procedimiento hoy de moda: llevar por la fuerza a un cuarteto de cuerdas parisino. La moda es la fuerza, no las cuerdas. No bien los cuatro músicos llegan, los alistan para tocar en ocasión de una gran celebración, uno de los bogavantes festeja algo. No recuerdo qué. Llegado el momento de tocar melodías orientales para que un grupo de odaliscas baile, los ejecutantes no logran hacerlo. Apenas pueden promover otro tipo de música: Haydn, Mozart, Beethoven. Pero de danza del vientre, nada. De resultas, gran revuelo y decepción. Un caos, mal final para los sueños y el ensueño de la sociedad perfecta. Siempre me quedó grabada esta novela, acaso la más desestimada de Verne, la menos leída, por la sencilla razón de su lectura elemental (en la época de la que hablo la intertextualidad no era un bien preciado, ni siquiera ganancial). Lo concreto: la sociedad perfecta es imposible. Todo paraíso artificial, parodiándolo a Boido, es artificial porque es artificial. No podía ser de otra manera: todos formamos parte de todos y ninguna sociedad es una ínsula. Dependemos unos de otros y estamos, nos guste o no, comprometidos solidariamente. Ningún proyecto tendrá sentido si se desestima este principio básico: somos los otros.
Con la escritura ocurre algo similar. Aunque es una actividad formalmente solitaria, corporal incluso, la llevamos a cabo a través del lenguaje que es pertenencia de todos. Somos, creo, lenguaje, y a él pertenecemos. Acaso no sepamos muy bien hacia dónde zarpamos cuando soltamos la letra para internarnos en ese mar del lenguaje, pero una cosa es cierta: vamos al otro. ¿Conocemos a ese otro? Por supuesto que no. Y aunque vamos al garete, vamos. Es en esta afirmación de incertidumbre donde cobra sentido el esfuerzo individual como proyecto de comunicación con los demás. A veces la línea marca ego y sobrepeso, puede ser; una orientación incorrecta, es probable. Son datos que carecen de valor porque la tierra firme no existe. En la incitación de esa escritura fallida surge lo único más o menos cierto: la convicción de lo pequeños y fallidos que son nuestros garabatos. Cuestión de conciencia, no de perspectiva técnica, menos estilística. Mejor que todo lo que pueda agregar, está el poema. Es un verso intenso, por supuesto robado, y pertenece a ese poeta mayor que es Jorge Boccanera: “ningún cuerpo es tierra firme”. Será por eso que lo intentamos.

11 junio, 2008

Un coro menor

Había una vez un García que dejó la guía para ser Charly. Desde ese preciso instante se diferenció del resto y compuso canciones maravillosas. Lo que parece un cuento de hadas tiene un resabio triste: Charly rompió guitarras en recitales, destrozó equipos durante una presentación, agredió a periodistas, Charly –en suma breve- destruyó hoteles y suspendió recitales y presentaciones. En el oído absoluto de Charly los sonidos de estas incursiones malavenidas casi no repercuten. El músico se va autodestruyendo como una melodía sincopada en fade-out para caída libre. De a poco, muy de a poco y renuentemente. Cada vez que este hijo de la lágrima cae, caemos un poco todos. Como acto reflejo, como coro social que alguna vez supo ponderar sus melodías. Un poco de lástima, un poco de dolor, un poco de malinterpretar el carácter díscolo y genial del Gran Charly. ¿Gran? “Yo voy donde no estoy, voy donde no fui”. Pero también “yendo de la cama al living” para dar testimonio en unplugged de la soledad del músico. Lo que es un repaso de la angustia, suena disfónicamente en versión vulgata como excesos, drogas, alcohol y, según avatares periodísticos, como Rivotril más whisky. ¿Es nada más que eso? Si no bombardeáramos tanto a Charly, veríamos que hay algo más. Un poco más. El rastro de sus letras deja un tremendo vacío, no hay soportes para este pequeño hombrecito que sabe cuándo y cómo deja de serlo. Ya no tiene plomos y la carga es demasiado pesada. Puede asomar como una burla, puede sonar a desafío o agresión, pero toda la sensibilidad de este gato de metal es herida pura. Charly está solo. Nadie lo soporta, es cierto. Pero todos los que lo usaron bien podrían rematar en voz baja cualquiera de sus temas. Un coro menor de los que nunca están para la insoportable levedad del ser de Charly. Podrían empezar a formar fila.

06 junio, 2008

Nada es lo que parece